12 poemas para reconstruir España (con amor y autocrítica)

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Hay un poema de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi -afincada en Barcelona- que dice, con angustia y sencillez: “Tengo un dolor aquí, del lado de la patria”. Eso y no más. Suficiente. Lo parió en su libro Estado de exilio, porque Peri Rossi fue censurada durante la dictadura militar que gobernó Uruguay de 1973 a 1985, y escapó aquí, a España, donde Franco aún campaba a sus anchas y el territorio amanecía poco inspirador para reconstruir emocionalmente otra patria o dejarse amamantar por ella. Sin embargo aún la habita, ¡desde el 72!, y será porque España abraza.

La patria es un ente lírico cuando no se materializa en telas: la poesía es todo lo contrario a las banderas. A la bandera que resume, que simplifica, que aliena. Porque la patria poética fluctúa, a veces es un banco o un árbol o un autobús, a ratos lectura adolescente, aroma a puchero o taberna de viejos compadres; la patria siempre tiene que ver con la costumbre y con el arraigo, pero más con el folclore o la memoria sensitiva que con el límite geográfico, que es cosa de emperadores y no tanto de ciudadanos.

Todo por la patria, dicen, pero ¿por cuál? Para los poetas nuestros es un concepto etéreo, un amor fragmentado. Miren que Cernuda decía que “la real para ti no es esa España obscena y deprimente / en la que regentea hoy la canalla / sino esta España viva y siempre noble / que Galdós en sus libros ha creado / de aquélla nos consuela y nos cura ésta”: a gusto del consumidor. Ahora que al país le duele de ese lado -o de ese hueco- que parece alojarse en el pecho, recogemos 12 poemas para reconstruir España, para subrayar sus bondades y sus grietas. Con amor y autocrítica. Para que los Generales -“traidores”- a los que les hablaba Neruda no vuelvan a mirar su “casa muerta”, su “España rota”. 

1. Blas de Otero

A mí

lo que me duele

es el pecho;

(el pecho tiene


forma de España).

El médico me ha dicho: – Mucho aire,

mucho ai…

-Como no lo pinte”.

2. Gabriel Celaya

Nosotros somos quien somos.

¡Basta de Historia y de cuentos!

¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,

ni damos cuerda al recuerdo.

Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.

Somos un río derecho.

Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.

Somos a muerte lo ibero

que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,

transformándonos crecemos

y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle! que ya es hora

de pasearnos a cuerpo

y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen

pero digo que seremos

mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro

y españoles que, por serlo,

aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores

con mala saña y buen viento.

Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.

Vuelvo a pensarte, suspenso.

Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte

como haría un leguleyo,

Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate

que atormentas mis adentros,

para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

3. César Vallejo

Niños del mundo,

si cae España —digo, es un decir—

si cae

del cielo abajo su antebrazo que asen,

en cabestro, dos láminas terrestres;

niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!

¡qué temprano en el sol lo que os decía!

¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!

qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está

la madre España con su vientre a cuestas;

está nuestra madre con sus férulas,

está madre y maestra,

cruz y madera, porque os dio la altura

vértigo y división y suma, niños;

está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae

España, de la tierra para abajo,

niños ¡cómo vais a cesar de crecer!

¡cómo va a castigar el año al mes!

¡cómo van a quedarse en diez los dientes,

en palote el diptongo, la medalla en llanto!

¡Cómo va el corderillo a continuar

atado por la pata al gran tintero!

¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto

hasta la letra en que nació la pena!

Niños,

hijos de los guerreros, entre tanto,

bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo

la energía entre el reino animal,

las florecillas, los cometas y los hombres.

¡Bajad la voz, que está

con su rigor, que es grande, sin saber

qué hacer, y está en su mano

la calavera hablando y habla y habla,

la calavera, aquélla de la trenza;

la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;

bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto

de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún

el de las sienes que andan con dos piedras!

¡Bajad el aliento, y si

el antebrazo baja,

si las férulas suenan, si es la noche,

si el cielo cabe en dos limbos terrestres,

si hay ruido en el sonido de las puertas,

si tardo,

si no veis a nadie, si os asustan

los lápices sin punta, si la madre

España cae —digo, es un decir—

salid, niños del mundo; id a buscarla!…

4. Luis Cernuda

Cuando allá dicen unos

Que mis versos nacieron

De la separación y la nostalgia

Por la que fue mi tierra,

¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?

Hablan en el poeta voces varias:

Escuchemos su coro concertado,

Adonde la creída dominante

Es tan sólo una voz entre las otras.

Lo que el espíritu del hombre

Ganó para el espíritu del hombre

A través de los siglos,

Es patrimonio nuestro y es herencia

De los hombres futuros.

Al tolerar que nos lo nieguen

y secuestren, el hombre entonces baja,

¿Y cuánto?, en esa dura escala

Que desde el animal llega hasta el hombre.

Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,

Adonde ahora todo nace muerto,

Vive muerto y muere muerto;

Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa

Con restaurados restos y reliquias,

A la que dan escolta hábitos y uniformes,

En medio del silencio: todos mudos,

Desolados del desorden endémico

Que el temor, sin domarlo, así doblega.

La vida siempre obtiene

Revancha contra quienes la negaron:

La historia de mi tierra fue actuada

Por enemigos enconados de la vida.

El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,

Sino de siempre. Por eso es hoy.

La existencia española, llegada al paroxismo,

Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo

En creer que la razón de soberbia adolece

y ante el cual se grita impune:

Muera la inteligencia, predestinado estaba

A acabar adorando las cadenas

y que ese culto obsceno le trajese

.Adonde hoy le vemos: en cadenas,

Sin alegría, libertad ni pensamiento.

Si yo soy español, lo soy .

A la manera de aquellos que no pueden

Ser otra cosa: y entre todas las cargas

Que, al nacer yo, el destino pusiera

Sobre mí, ha sido ésa la más dura.

No he cambiado de tierra,

Porque no es posible a quien su lengua une,

Hasta la muerte, al menester de poesía.

La poesía habla en nosotros

La misma lengua con que hablaron antes,

y mucho antes de nacer nosotros,

Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;

No es el poeta sólo quien ahí habla,

Sino las bocas mudas de los suyos

A quienes él da voz y les libera.

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno

Su tradición escoge, ni su tierra,

Ni tampoco su lengua; él las sirve,

Fielmente si es posible.

Mas la fidelidad más alta

Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo

Pues, sirviéndola, así a la poesía

Al mismo tiempo sirvo.

Soy español sin ganas

Que vive como puede bien lejos de su tierra

Sin pesar ni nostalgia. He aprendido

El oficio de hombre duramente,

Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero

No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,

cuyas maneras rara vez me fueron propias,

Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto

y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.

No hablo para quienes una burla del destino

Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas

(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)

O para aquellos pocos que me escuchen

Con bien dispuesto entendimiento.

Aquellos que como yo respeten

El albedrío libre humano

Disponiendo la vida que hoy es nuestra,

Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.

¿Qué herencia sino ésa recibimos?

¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

5. Miguel Hernández

Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,

con todas las raíces y todos los corajes,

¿quién me separará, me arrancará de ti,

madre?

Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,

si su fondo titánico da principio a mi carne?

abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,

¡nadie!

Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas

donde desembocando se unen todas las sangres:

donde todos los huesos caídos se levantan:

madre.

Decir madre es decir tierra que me ha parido;

es decir a los muertos: hermanos, levantarse;

es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo

sangre.

La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.

El otro pecho es una burbuja de tus mares.

Tú eres la madre entera con todo su infinito,

madre.

Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.

Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.

Con más fuerza que antes, volverás a parirme,

madre.

Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,

volverás a parirme con más fuerza que antes.

Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:

¡madre!

Hermanos: defendamos su vientre acometido,

hacia donde los grajos crecen de todas partes,

pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan

aires.

Echad a las orillas de vuestro corazón

el sentimiento en límites, los efectos parciales.

Son pequeñas historias al lado de ella, siempre

grande.

Una fotografía y un pedazo de tierra,

una carta y un monte son a veces iguales.

Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,

madre.

Familia de esta tierra que nos funde en la luz,

los más oscuros muertos pugnan por levantarse,

fundirse con nosotros y salvar la primera

madre.

España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos

de dolor y de piedra profunda para darme:

no me separarán de tus altas entrañas,

madre.

Además de morir por ti, pido una cosa:

que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,

vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,

madre.

6. Joan Maragall

Escucha, España, – la voz de un hijo

Que te habla en lengua – no castellana:

Hablo en la lengua – que me ha dado

La tierra áspera:

En esta lengua .pocos te han hablado,

Con la otra, demasiados.

Te han hablado demasiado – de los saguntinos

Y de los que por la patria mueren:

Tus glorias – y tus recuerdos,

Recuerdos y glorias – sólo de muertos:

Ha vivido triste.

Yo quiero hablarte – de otro modo.

¿Por qué derramar la sangre inútil?

Dentro de las venas – vida es la sangre,

Vida para los de ahora – y para los que vendrán:

Derramada es muerta.

Demasiado pensabas – en tu honor

Y muy poco en tu vivir:

Trágica llevabas – a morir a tus hijos,

Te satisfacías – de honras mortales,

Y eran tus fiestas – los funerales

¡Oh triste España!

Yo he visto los barcos -marchar repletos

De hijos que llevabas – a que murieran:

Sonrientes marchaban – hacia el azar;

Y tú cantabas – cerca del mar

Como una loca.

¿Dónde están los barcos? – ¿Dónde están los hijos?

Pregúntaselo al Poniente en la ola brava:

Todo lo perdiste – no tienes a nadie.

España, España, – vuelve en ti,

¡Arranca el llanto de madre!

Sálvate, ¡oh!, sálvate – de tanto mal;

Que el llanto te vuelva fecunda, alegre y viva;

Piensa en la vida que tienes alrededor:

Levanta la frente,

Sonríe a los siete colores que hay en las nubes.

¿Dónde estas, España? – no te veo en ningún sitio.

¿No oyes mi voz tronadora?

¿No entiendes esta lengua – que te habla entre peligros?

¿Has desaprendido a no entender a tus hijos?

¡Adiós, España!

7. José Ángel Valente

Lo peor es creer

que se tiene razón por haberla tenido

o esperar que la historia devane los relojes

y nos devuelva intactos

al tiempo en que quisiéramos que todo comenzase.

Pues ni antes ni después existe ese comienzo

y el presente es su negación y tú su fruto

hermano consumido en habitar tu sombra.

Lo peor es no ver que la nostalgia

es señal de engaño o que este otoño

la misma sangre que tuvimos canta

más cierta en otros labios.

Y peor es aún ascender como un globo,

quedarse a medio cielo,

deshincharse despacio,

caer en los tejados de espaldas a la plaza,

no volver al gran día.

La gloria de aquel acto

era toda futura.

Pero tú olvidas cuanto

pusiste en él, mientras los muertos

brotando están a flor de tierra ahora

para hacer con sus manos

la casa, el pan y la mañana nuestra.

Y tú en tu otoño de recordatorios,

en tu rosario quieto,

igual que un héroe de metal fundido,

famoso en unos pocos

metros a la redonda,

ilustre en ignorancia de la hora inmediata

y casi sordo de tristeza.

Pienso

si no supiste combatir,

si no te defendiste por donde más te herían

o si acaso ignorabas que el destierro es a veces

más cruel que la muerte.

Sobremueres.

Te han vendido a ti mismo,

a tu perfil lejano entre metralla y cantos

o te has dejado herir con un solo disparo

de luz petrificada en la boca del alma.

8. Miguel de Unamuno

Logré morir con los ojos abiertos

guardando en ellos tus claras montañas,

-aire de vida me fue el de sus puertos-

que hacen al sol tus eternas entrañas

¡mi España de ensueño!

Entre conmigo en tu seno tranquilo

bien acuñada tu imagen de gloria;

haga tu roca a mi carne un asilo;

duerma por siglos en mí tu memoria,

¡mi España de ensueño!

Se hagan mis ojos dos hojas de hierba

que tu luz beban, oh sol de mi suelo;

madre, tu suelo mis huellas conserva,

pone tu sol en mis huellas consuelo,

¡consuelo de España!

Brote en verdor la entrañada verdura

que hizo en el fondo de mi alma tu vista,

y bajo el mundo que pasa al que dura

preste la fe que esperanza revista,

¡consuelo de España!

Logre morir bien abiertos los ojos

con tu verdor en el fondo del pecho,

guarde en mi carne dorados rastrojos;

tu sol doró de mi esperanza el lecho,

¡consuelo del ensueño de mi España!

9. Joan Margarit

Arrastramos cien años de guerras, repetía.

En su niñez, mi abuela oía como, cada noche,

se luchaba en las calles de su pueblo.

Era un cuento infantil explicado en voz baja:

los soldados llevándose a su madre

y fusilándola al amanecer.

Escuchaba a mi abuela con el miedo

de un niño que tenía

a su padre encerrado en un penal.

De aquellos días no me llega

amenaza ninguna. Son muertos muy lejanos,

están cansados ya de hacer de muertos.

Somos un pueblo con muy pocos héroes.

Esta es hoy, justamente, nuestra fuerza.

Hay que borrar los mitos escondidos

bajo la imperturbable

mirada de las aves de rapiña.

Aprendí a convivir con su bronce o su piedra,

su orgullo en los enormes escudos del Estado.

Tiene el cuerpo de frente,

de perfil riguroso la cabeza.

Las alas, un capote puesto sobre la espalda.

Maligno el ojo, el pico cruel y a punto

de arrancar las entrañas. Dominar sin dormir.

¿Qué aire respirábais, pájaros colosales,

con vuestras garras para decidir

aquello que llamabais unidad de destino?

Creo que, como yo, habéis envejecido,

y ya vuestra mirada

no es feroz ni severa. Ni rapaz.

Pero aún se percibe

aquel tufo a corral. A gallinaza.

Aquel himno. La Historia de España.

10. Antonio Machado

¡Oh, tú, Azorín, escucha:

España quiere surgir, brotar,

toda una España empieza!

¿Y ha de helarse en la España que se muere?

¿Ha de ahogarse en la España que bosteza?

Para salvar la nueva epifanía

Hay que acudir, ya es hora,

Con el hacha y el fuego al nuevo día.

11. Manuel Vilas

España, muchas veces me diste miedo.

España, sentí terror.

España, en la ciudad en la que he vivido, sentí terror, mucho terror, pero igual tú no eras, España, la ciudad en la que me tocó vivir, eso pienso ahora.

España, vivo en la ciudad más cainita de la tierra, pero tú, España, no eres esa ciudad, porque tú eres generosa y buena. España, tu cainismo en mi ciudad es patrimonio histórico de la humanidad, debería reconocerlo la UNESCO.

España, conozco tu historia.

Dime si te importo.

Yo sé que sí.

España, déjame ser el escritor que quiero ser, permíteme eso, qué te importa a ti, déjame ser otro tipo de escritor. Déjame ir a mi aire. Qué puede importarte eso, si finalmente me moriré de hambre y en silencio, entonces qué más te da. Quítame de encima a los fascistas, España, que ahora están tan bien, tan impolutamente camuflados. Mesiánicos, maledicentes, intolerantes, siempre allí, queriendo pegarte un tiro.

España, nos das trabajos muy dolorosos.

(…)

España, pensé en pasar de ti, pero no puedo, eres mi esposa.

España, el mundo es como tú; da igual que te llamaras Francia o Alemania o Estados Unidos, ya todo es España.

España, a veces me trataste muy bien, me dabas besos con lengua y me acariciabas el miembro y lo pasábamos de lujo, haciendo el amor toda la noche.

España, no adoro a otro país, y todos los países me parecen peor que España, pues eres tú quien me sostiene, a quien piso con mis pies desnudos todos los días.

España, I love you.

España, sé perfectamente que todos los países más civilizados de la tierra son tan necios como tú, o incluso más que tú, mucho más que tú.

España, tú y yo sabemos de qué estamos hablando, estamos hablando de una rara forma de clarividencia, amor y sentido del tiempo y de la historia.

(…)

España, qué raro es todo, igual nos han engañado a los dos.

España, los españoles pobres son mis hermanos, eso siempre.

España, creo en la pobreza, en la mala suerte, en la bondad martirizada.

España, estamos solos tú y yo. Yo más solo que tú, y aun lo estaré más.

España, ¿nos conocemos, hemos sido presentados?

Ahora mismo no lo recuerdo.

12. Jaime Gil de Biedma

De todas las historias de la Historia

la más triste sin duda es la de España,

porque termina mal. Como si el hombre,

harto ya de luchar con sus demonios,

quisiera terminar con esa historia

de ese país de todos los demonios.

A menudo he pensado en esos hombres,

a menudo he pensado en la pobreza

de este país de todos los demonios.

Y a menudo he pensado en otra historia

distinta y menos triste; en otra España,

en donde ya no cuenten los demonios.

Pido que España expulse a esos demonios.

Que sea el hombre el dueño de su historia.

De todas las historias de la Historia

la más triste sin duda es la de España.

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