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Ni la propia autora lo creía. Tantos años lleva la moda viviendo de las rentas del estilo que se esconde bajo tres siglas que marcaron una época, C.B.K, que no encontrar un libro dedicado estrictamente a su forma de vestir resultaba, como poco, una incoherencia. Así que decidió escribirlo ella. La editora de moda Sunita Kumar Nair, colaboradora habitual de medios como Sunday Times Style, WWD o W magazine salda con su primer libro CBK: Carolyn Bessette-Kennedy: A Life in Fashion todas las cuentas que la bibliografía le debe al gran referente del minimalismo y que por el contrario sí ha encontrado justicia en las redes sociales.
Carolyn Bessette, la musa de Instagram
Raro es el día en que una cuenta de Instagram no haga referencia a su diadema ancha de carey (de paso Celine aprovecha para vender una muy parecida por 390 euros), su falda camel midi o su bolso de silueta geométrica en negro que Prada reeditó recientemente sin renunciar al mejor reclamo: el “nuevo” Prada Re-Edition 1995 de más de 3.000 euros es, con pocas variaciones, el Spazzolato que colgaba del hombro de Carolyn Bessette-Kennedy en 1997, un año después de casarse con John F. Kennedy Jr. en septiembre de 1996. Ni la propia autora lo cree: acaba de publicarse y @cbkalifeinfashion, el perfil de su libro en plataformas digitales, cuenta con más seguidores que ella misma, va por 43.000. “Mi propósito siempre fue hacer un libro de moda, no quise saber nada de los escándalos, affaires o secretos que circulan sobre esta relación. Por ello, las fuentes más importantes han sido las propias marcas. Carolyn murió hace casi 25 años y era necesario cotejar e investigar con las firmas que lo que llevaba, en efecto, les pertenecía. Desde 2019 llevo realizando un detallado trabajo de archivo con Hermès, Chanel, Prada, Yohji Yamamoto… ¿Era realmente ese abrigo vuestro?
Las redes sociales han divulgado muchos datos inexactos, a lo que se suma que uno de los puntos fuertes del estilo de Carolyn era que no podía identificarse a simple vista la procedencia de la prenda. Como me dijo el estilista Alastair McKimm: “Es inexplicable que no haya más libros sobre el estilo de una mujer que cuelga de todos y cada uno de los moodboards de los estudios de diseño. ¿Quién habría imaginado que un vestido slipdress llevado con guante de ópera sería hoy caso de estudio e incluso una de las propuestas del desfile de primavera 2023 de Marc Jacobs?”, cuenta a TELVA la cronista del “estilo C.B.K” desde su residencia de Londres. “En una de las boutiques de Prada en Nueva York llegó a pedir que le retiraran el triángulo, código gráfico de la italiana, de un traje de esquí que acababa de comprar. También en la nieve estaba en guardia, ninguna señal debía dar pistas sobre su sentido del estilo. Como me resumió Ann Demeulemeester, una de las muchas diseñadoras con las que he hablado: “La ropa, hoy, tiene demasiadas etiquetas y los creadores normalizan que sea así. Cuando veo a un hombre o a una mujer por la calle quiero conocerlos a ellos, no a la marca. Para mí enseñar la marca es una falta de respeto”.
Así fue descubierta
Tener una sola pieza de valor es suficiente. Si no puedes permitírtela, mejor no lleves puesta su sustituta. Si alguien conocía bien esa regla era Carolyn. En Calvin Klein, Carolyn trabajó en el departamento de Relaciones Públicas desde 1989 a 1996. “Su historia se asemeja a la de las grandes tops cuando narran cómo fueron descubiertas por quienes vislumbraron la mejor cereza del árbol llamando la atención de algún scout en el tumulto de un aeropuerto. Susan Sokol, presidenta de las colecciones de ready to wear de Calvin Klein, entró en una de las tiendas de un gran almacén en Boston donde Carolyn, tras terminar allí sus estudios universitarios, había empezado a trabajar. Sokol buscaba por entonces alguien para su central en Nueva York que ejemplificara el estilo Calvin y que se hiciera cargo de las ventas y el trato con los clientes VIP (todas las mujeres de Park Avenue, como Nan Kempner y Pat Buckley, pero también con celebrities como Sharon Stone que rodaba Instinto básico en 1992). Eran tiempos en los que cuando trabajabas para una marca debías representarla en todo el sentido de la palabra. Anne Klein, Ralph Lauren, te vinculabas a uno y pasabas a ser un integrante de su club. Calvin vendía lo cool y con sus empleados lo remarcaba. Carolyn encajaba a la perfección con la estética de la marca y Sokol me mencionó también lo parecida que era a una de las modelos favoritas de Calvin, Elaine Irwin”.
En este trabajo de investigación, donde los diseñadores que construyeron el armario de toda una generación en los 90 (Calvin Klein, Donna Karan, Helmut Lang) comparten escenario común, las calles de Nueva York, la mujer que supo ver el potencial del mito rubio de 1,75 de altura, no es la única voz que participa en esta radiografía de personaje. Fabien Baron (director creativo de Calvin Klein hasta 2013), Donna Karan, el fotógrafo Mario Sorrenti, Tommy Hilfiger, Yhji Yamamoto, el extenista Stan Smith, se unen a perfiles más privados que nunca habían hablado antes públicamente: compañeros de oficina, la jefa del archivo en Calvin Klein, Jessica Barber, su exnovio Alessandro Benetton (hijo de Luciano Benetton), la estilista Tonne Goodman, su íntima amiga Stormy Stokes… Ésta última acaba confesando a la autora cómo “ambas vivíamos en el East Village, cogíamos el metro juntas, íbamos a los mismos restaurantes y estábamos arruinadas. La recuerdo con enormes jerséis de cashmere, faldas midi y camisetas con blazer. No le gustaba llevar total looks de Calvin Klein y los rompía con marcas menos obvias como TSE Cashmere, Katayone Adeli, Chaiken, y rara vez se maquillaba. No era una persona de joyas. La visualizo con un Rolex de hombre regalo de un conocido al que había ayudado a conseguir un trabajo”.
Musa de Narciso Rodríguez
Llama la atención, sin embargo, la ausencia en estas páginas de aquel de quien fue musa, el diseñador Narciso Rodríguez. “Cuando empecé el libro ya me habían advertido de que su círculo cercano era muy protector con ella. Recordemos que vivió los tiempos dorados en los que no existían las redes sociales, a ella la han protegido con el celo con que ella protegió el día de su boda. Dicen que Diana de Gales le llegó a confesar a Anna Wintour que envidiaba la boda de Carolyn y el secretismo que logró, algo que la familia de Diana nunca habría consentido. John había nacido delante de una cámara, pero Carolyn era una ciudadana corriente abrumada por la persecución constante de la prensa. No intenté contactar nunca con su familia porque sé que han tenido que lidiar con un tipo de publicaciones muy dañinas en las que Carolyn no sale bien parada y ellos siempre han guardado silencio. Murió de manera trágica, su madre perdió dos hijas y siempre he tenido en mente qué sentirá al leer este libro sobre su hija. Me abrí a todas las marcas y amigos, pero respeto la decisión de cada uno. Narciso no es parte, pero nos legó a través de Carolyn una de las mayores revoluciones en la historia del traje de novia. Literalmente transformó la industria con el vestido que diseñó para ella, donde la única concesión a lo convencional fue un par de guantes largos de tul. El peinado fue de George Kyrianos, con el que producía los catálogos de Calvin Klein y se maquilló ella misma”.
Calvin Klein comenzó haciendo abrigos en los años sesenta, una de las piezas de más peso aquí. La fotografía de Carolyn de la mano de John-John con su perro Friday y un abrigo con cinturón de cuadros rojo la conocemos todos, pero ahora detalla Sunita que “Carolyn elegía abrigos de Prada como el de esa imagen, un Prada que pertenece a la colección de primavera de 1996 inspirada en las antiguas cocinas de formica de los años 60 y en los estampados de sus papeles de pared y cortinas. El de color verde, también de cuadros, que lució en 1996 durante una misa por Jackie Kennedy lo firma Valentino y se trata de un regalo de John tras un viaje a Milán. Otros conocidos: el de print de leopardo, es un vintage de Ann Demeulemeester y, poco antes de su fallecimiento, el chubasquero amarillo que llevaba en mayo de 1999 no es cualquier impermeable sino que le pertenece a Yamamoto”.
Paralelismos con Diana de Gales
La leyenda creada por Carolyn guarda muchos paralelismos con la vida de Diana (ambas coinciden en la Catedral de Milán junto a Elton John o Andre Leon Talley en el funeral por Gianni Versace, en 1997), pero no es la única con la que se establecen similitudes. “Carolyn representa el final de una era, luego llegaron las redes sociales y la construcción de los personajes a través de ellas, de los asistentes y los estilistas personales de los que Carolyn carecía”, resume. “Su mensaje con el uso de la moda era claro: ella era una mujer trabajadora e independiente, por sí misma impresionante, que salía con el hombre más sexy del mundo”. Este adjetivo, sexy, Sunita prefiere omitirlo al preguntarle por el atractivo de Carolyn: “Para mí decir sexy en 2024 es cosificar a la mujer, prefiero decir que tenía allure, del que ella era plenamente consciente. Un día, el jefe del estudio de Calvin Klein, Zack Carr, necesitó urgente una modelo de pruebas para un traje que llevaría Claudia Schiffer. Lo ajustaron en Carolyn y, acostumbrados a verla siempre con prendas anchas, comprobaron que sus medidas eran las propias de una modelo”.
Y así entramos en la forma en que cada uno lleva las prendas. La voluptuosidad de Claudia frente al minimalismo que a todo le otorgaba Carolyn. El 16 de julio de 1999 se estrellaba en la costa de Martha’s Vineyard la avioneta en la que viajaba junto a su marido, el hijo del expresidente de EE.UU, y su hermana Lauren, pasando a formar parte para siempre de la liga de los que fueron primeros en algo, inspirar a marcas que triunfan reproduciendo su estilo (Toteme, Khaite, The Row) o personajes que se hacen fuertes en pantalla con su look (Robin Wright en la serie House of Cards, Sienna Miller en Anatomía de un escándalo). Ni ella misma lo creería: su armario es ya un clásico, como lo es un collar de perlas, un bolso de Hermès o una silla de Marcel Breuer.
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