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Clara Galle odiaba sus piernas, pero irónicamente terminaron convirtiéndose en las protagonistas de su primer trabajo, el videoclip Tacones rojos de Sebastián Yatra. “Nunca pensé que me fueran a gustar, las aborrecía, pero ahora me parecen preciosas. Ha sido como una terapia de choque contra algo que se me había metido en la cabeza por lo que fuera que me dijeran o que leí por ahí”, cuenta. Es franca, espontánea y está llena de frescura. Tiene solo 21 años, pero desde aquel rodaje ha protagonizado un ascenso tan veloz como exorbitante. Con 19 vivía en su Pamplona natal, se mudó a Madrid y a los tres meses de recorrer la ciudad de audición en audición consiguió uno de esos papeles que cambian vidas. En pocas semanas firmó como protagonista de A través de mi ventana, la adaptación cinematográfica de Netflix del best seller de Ariana Godoy que nació como fenómeno en Wattpad. “En cuanto publicaron la noticia las fans del libro ya estaban ahí y tuve cinco o seis meses hasta que llegó la película para ir adaptándome”.
Su nombre real es Clara Huete Sánchez, “el Galle es por mi bisabuelo”, explica, “era José Galle, un fotógrafo de Navarra muy conocido; crecí viendo sus cámaras en el salón”. Ahora está a punto de estrenar A través del mar (23 de junio), segunda parte de su primer éxito, es una de las actrices españolas más seguidas y colabora con firmas como Armani Beauty. “Al principio mi repre se reía de mí, me decía que no sabía lo que esto significaba”, afirma entre carcajadas, “pero claro, son palabras mayores, lo entendí sobre todo cuando estuve en el desfile en Milán, cuando me di cuenta de que es más que una marca, es una familia que me ha hecho sentir cómoda y cuidada”. El maquillaje lo utiliza como la moda, siendo consciente de que es un elemento más para expresarse o disfrutar: “Tengo Pinterest, mi red social favorita, lleno de tableros de inspiración para cuando voy de eventos. En mi día a día soy más básica”.
Su rutina ha cambiado drásticamente en un par de años, pero hay aficiones a las que no renuncia, como el dibujo o la lectura. Entre alfombras, rodajes y pasarelas saca tiempo para estudiar Historia del Arte. “Es una responsabilidad más, pero también mi lugar de calma y tranquilidad, porque no tiene nada que ver con esto. Soy yo en mi casa con la misma sudadera cada día, estudiando en silencio. Tienes que estar un poco loca para hacer todo a la vez, pero lo necesito. Es como el deporte, que no puedo parar desde que de pequeña hacía gimnasia rítmica. Ahora estoy con un entrenador, pero sobre todo estoy enganchadísima a correr porque tengo un parque inmenso detrás de mi casa”.
El ejercicio la ayudó en aquellos primeros meses tras recibir atención mundial: “Hubo un momento en que se me hizo bastante grande, estrenamos y empecé a rodar directamente la segunda parte, no tuve tiempo ni para estar con mi familia, ni mis amigos, ni para estar conmigo, que es cuando te conoces. Siempre me estaba preparando para un evento o para actuar y estaba cero segundos en mi propia persona. Pero fui aprendiendo que tengo que poner límites, que para estar bien en el trabajo, tengo que poder estar bien en mi casa”, dice con el aplomo del que ha corrido madurando. “He tenido que aprender muy rápido, porque si no creo que me hubiera comido este mundo”. La exposición le sirvió para aceptarse: “Pertenezco a una generación que ha crecido con redes sociales y soy consciente de que a mí me han hecho mucho daño. Abría Instagram y pensaba que no era suficiente. Ahora ya no me permito esas ideas. La exposición tan repentina me hizo espabilar en este sentido porque continuamente salen fotos que yo no elijo y me di cuenta de que no podía estar contenta solo si me veía perfecta. No siempre estoy erguida, la luz no siempre me favorece, pero esa también soy yo”.
En aquel torbellino y en pleno rodaje descubrió que sufría endometriosis. “Este ha sido el año en el que más feliz he sido, pero también en el que más triste he estado”. Su diagnóstico reprogramó un rodaje cargado de secuencias íntimas, una ‘deferencia’ con las actrices impensable hace solo una década. “Por ejemplo, los días que tenía la regla estaba hinchada y no estaba cómoda para hacer una escena desnuda, así que me daban alternativas”. Contaron con un coach de intimidad, una figura reciente sin la que Galle no concebiría grabar este tipo de tramas: “Aporta seguridad, le quita hierro y es un filtro entre el actor y el resto de personas. En esos momentos en los que todo el equipo está centrado en rodar la escena, sabes que hay alguien que únicamente está presente para ver si tú estás cómoda y bien. Eso te da una seguridad increíble, además de que monta una coreografía y llegas sabiendo lo que vas a hacer”.
En los próximos meses estrenará la serie Ni una más y sobre la mesilla se le acumulan guiones de todo tipo: “Soy consciente de que ahora mismo estoy en un lugar muy privilegiado, A través de mi ventana me ha ayudado mucho, tengo un abanico de posibilidades y lo único que tengo claro es que quiero aprovecharlas. Quiero probar todos los colores, pasar por todos los registros, intentar cosas que ni se me hubieran ocurrido para ver si realmente ese es mi sitio. Siento que estoy tan en el principio que no pienso mucho en el futuro ni tengo una idea clara, porque también me gusta que la vida me sorprenda. Si te enfocas mucho en algo probablemente lo consigas, pero quizá también te ciegues al resto de posibilidades que se te pueden abrir”. Vuela alto, pero sin perder la perspectiva. “Es fácil dejarse llevar y es cómodo. Tener los pies en el suelo muchas veces es más difícil, porque tienes que decir que no a cosas, tienes que imponerte”.
* Maquillaje y peluquería: Rebeca T. Figueroa (Another Agency).
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