El amor en la comunicación – Carlos David Martínez Ramírez #Columnista7días – Boyacá 7 Días

[ad_1]

Una idea superficial al asociar el amor con la comunicación puede llevar a muchos a pensar que los mensajes deben ser suavizados, edulcorados o matizados, para que la verdad no duela; la realidad es que los verdaderos amigos son los que dicen las cosas y no quienes las ocultan, incluso con la excusa políticamente correcta de no lastimar. La sinceridad puede asociarse con valores compatibles con la cordialidad y el amor.

En muchas ocasiones la franqueza se asocia con la manifestación de emociones: “les hemos hablado con toda franqueza, les hemos abierto por completo nuestro corazón, no tenemos con ustedes ninguna clase de reserva” (2 Corintos 6:11-12).

-Publicidad-

El amor puede motivar mensajes profundos, especialmente cuando se piensa en el bienestar del receptor o de una comunidad, pero la “pureza” en la comunicación también beneficia al emisor del mensaje. “La felicidad siempre acompaña a quienes hablan o hacen con pensamientos puros; igual que nuestra sombra, nunca nos abandona” (Dhammaphada, las enseñanzas de Buda).

Precisamente, es posible que la profundidad sea algo de lo que carecemos en los actos comunicativos más frecuentes en la contemporaneidad. Nos comunicamos mucho, pero con escasa profundidad; con muchos datos, pero sin relatos relevantes, ni hilados coherentemente; con muchos memes, emojis, gifts, emoticones, stickers, que aparentemente aluden a estados emocionales, pero sin emociones profundas.

Unir las emociones con la comunicación es una de las técnicas más efectivas de comunicación asertiva. Eso no implica dejarnos llevar por nuestras emociones, se requiere asumir la responsabilidad sobre éstas para que nuestro interlocutor no interprete que no estamos siendo racionales. Manifestar nuestras emociones no es una señal de debilidad, por el contrario, asumir la responsabilidad de nuestras emociones es una práctica que empodera en lugar de debilitar.

Algo muy básico en la comunicación humana, pasa por entender que tiene una naturaleza bidireccional; si bien en los ámbitos empresariales se puede referenciar la comunicación ascendente (de los subordinados hacia los jefes) o descendente (de los jefes hacia los subordinados); la verdadera comunicación siempre es bidireccional. Esto puede sonar ingenuo si entendemos que el poder se asocia con los límites de lo que se entiende como verdadero o válido para ser hablado o comunicado.

En este orden, el amor en la comunicación pasa por el respeto, para entender al otro como un otro igual, es decir, como un otro digno de ser receptor y al tiempo emisor; puede incluso implicar una perspectiva democrática si estamos dispuestos a aceptar lo que los otros dicen, incluso si no estamos de acuerdo; pero se puede ir más allá, si además pensamos en un beneficio superior para una comunidad amplia y no solamente para nosotros mismos.

Resulta interesante pensar también en las consecuencias de la comunicación, en cómo vamos de las palabras a los hechos, en el impacto de lo que decimos en el corto y largo plazo; de esta manera, es viable pensar que la sabiduría y el amor estarían más presentes cuando llevan a la tranquilidad en lugar de cuando tenemos la pretensión de transmitir muchas palabras. “Mejor que un poema hecho de miles de versos sin sentido, mejor un verso de sabiduría que traiga tranquilidad a quien lo escuche” (Dhammaphada, las enseñanzas de Buda).

Este es un tema bastante amplio, si incorporamos las variables fondo y forma podríamos extendernos hasta abarcar varios libros para tratar el tema, claramente esta columna no pretende ser tan abarcadora, por ahora digamos como ejemplo que se puede ser directo (de fondo) con formas amorosas, o se puede ser banal pretendiendo que se es amoroso. Lo ideal sería que dejemos de pensar la comunicación estratégica como hacer pasar la mentira por verdad, y empecemos a reflexionar con cómo ser más coherentes en el equilibrio forma/fondo para unir las emociones con los mensajes para el beneficio de muchos y no sólo de unos pocos.

Recientemente, el 4 de agosto, se celebró el día del comunicador social, en honor a la figura de Antonio Nariño, quien publicó la primera traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en esa fecha, en el año de 1794.

Esta es una maravillosa oportunidad para reflexionar sobre el poder que se tiene desde los medios de comunicación, para entender que además de ser un contrapoder, se puede ser al mismo tiempo un conducto para beneficiar a poblaciones diversas, llevando mensajes que permitan reflexionar sobre cómo podemos ser una sociedad cada vez mejor, no sólo con más derechos, los cuales aún se deben seguir reclamando (especialmente en el contexto colombiano, donde muchos confunden derechos con asistencialismo), sino también con mejores valores, que nos lleven a trascender de la tolerancia al respeto y del respeto al amor. 



[ad_2]

Source link