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La icónica marca de botas Dr Martens está viviendo un año muy complicado. Su huella en la historia del calzado es imborrable, pero sus resultados no lo reflejan. Sus ventas han decepcionado, los beneficios están lejos de lo previsto y en bolsa, donde cotiza desde 2021, ha sufrido un serio revés En concreto, el precio de sus acciones se ha hundido un 77% desde su debut, y solo en el día que anunciaron sus débiles resultados retrodecieron más de un 30%.
La compañía es víctima de la situación macroeconómica, sobre todo en lo relativo a la inflación, pero también se mueve en un mercado que da síntomas de agotamiento, con la gente comprando menos botas que antes, ya sea por la subida de las temperaturas en sus principales mercados, pero también por nuevas tendencias en el mundo de la moda y el calzado.
Un nuevo reto para una empresa acostumbrada, desde el principio de sus días, a evolucionar e incluso transformarse. De hecho, a pesar de que hoy son objeto de culto en el mundo de la moda, en realidad nacieron como un calzado de carácter casi ortopédico.
En concreto, el primer par de estas botas las creó el propio Dr Martens que da nombre a la marca. Klaus Martens fue un médico del ejército alemán durante la II Guerra Mundial. Nadie logra aclarar si era nazi o no, y ni siquiera en ese vergel del saber que es Reddit encuentran respuesta. Aunque un usuario apunta, con buen tino, que estando donde estaba seguro que alguna vez gritó Heil Hitler o hizo el saludo fascista. Sea como fuere, una vez finalizada esa etapa militar, es cuando se enfrenta a un problema que le permite desarrollar las hoy famosas botas.
Innovación tras un accidente
En 1945, Klaus Martens tiene un accidente mientras esquiaba, y se lesiona en un pie. La recuperación se complica, sufriendo bastantes dolores, sobre todo cuando tiene que ponerse las rígidas botas del ejército. Así que decide investigar cómo puede hacer más cómodo el calzado. Tras diversas pruebas, encuentra un modelo que le satisface bastante, más confortable y con mejor apoyo, elaborado con cuero suave y una suela hecha con neumático, mucho más acolchada.
Una vez terminada la guerra, decide lanzarse a pruducir estas botas, de forma artesanal. A pesar de la ilusión que le pone al proyecto, y al apoyo con el que contaba entre sus excompañeros del ejército, las ventas no son buenas. La situación no remonta hasta 1947, cuando le presenta a la idea a un antiguo compañero de universidad, Herbert Funck, que queda intregado con el nuevo diseño.
Juntos le dan un nuevo impulso al proyecto, y aumentan la producción, aprovechando suministros militares abandonados. Y encuentran un nicho de clientas con las que no contaban: las amas de casa, que adoran la comodidad de la suela. De hecho, el 80% de las ventas en sus primeros años correspondían a mujeres de más de 40 años.
El salto a Inglaterra
Pero el gran salto llegaría una década después. En 1959 las ventas de la compañía ya eran muy buenas, y Martens y Funck, que eran conscientes de que el potencial de su diseño era mayor que el de un simple calzado ortopédico, se lanzan a la búsqueda de un socio que le ayude a dar el salto a un mercado mayor. Para encontrarlo, publican anuncios en revistas profesionales. Así entran en contacto con la familia Griggs, fabricantes de botas de trabajo.
Sin dudarlo, se hacen con la patente para Reino Unido. Deciden introducir algunos cambios en el diseño, por ejemplo, cambiando ligeramente el talón, introduciendo sus características costuras amarillas y sobre todo, los icónicos 8 ojales. Llaman a la compañía Dr Martens, en parte en honor a su creador, pero también porque les parecía un nombre atractivo para los ingleses.
Ese primer modelo sale a la venta el 1 de abril de 1960, con el nombre 1460, en referencia a esa fecha, por un precio de 2 libras, muy competitivo para la época. El público objetivo ya no eran alemanes de mediana edad, sino trabajadores británicos que buscaban un calzado cómodo, resistente y barato.
Rápidamente se hicieron populares entre policías, carteros o empleados de fábricas. Gente que, en definitiva, tenía trabajos que les obligaban a estar de pie muchas horas cada día. Es a finales de la década de los 60 cuando empiezan a ser utilizadas por los skinheads, que las llamaban Docs o, simplemente, DM.
A pesar de que la popularidad entre este grupo de extrema derecha llevara a que la marca se vinculara con la violencia, no impidió que también fueran adoptadas por todo tipo de movimientos contraculturales y tribus urbanas, ya fueran goticos, ska, mod… pero, sobre todo, los punks. Y a diferencia de otras modas, ninguna de estas subculturas abandonaba las Doc Martens cuando un nuevo grupo las adoptaba como símbolos propios.
Pero el gran salto de la compañía se produce cuando empiezan a ser utilizadas por los músicos que querían conectar con la clase trabajadora, siendo el primero de ellos el líder de The Who, Pete Townshend, la primera celebridad que las calzó en público, y responsable de que las ventas se disparasen en los 70.
El siguiente gran salto llega a finales de los 80, cuando la popularidad en Estados Unidos por fin se dispara, gracias a los códigos de vestuario de bandas como Nirvana o Pearl Jam. Es cuando se convierten, definitivamente, en un calzado de culto.
Los 90 fueron un auténtico éxito para la compañía, que llegó a producir hasta 10 millones de pares de zapatos al año, con ingresos que superaban los 170 millones de libras esterlinas, dando trabajo a 2.700 personas.
Amenaza de quiebra y deslocalización
Todo empieza a torcerse con el cambio de siglo. La competencia crece en todo el mundo, las ventas se hunden y la compañía en 2003 está al borde de la quiebra. Para sobrevivir, deciden dejar de fabricar zapatos en Reino Unido, y trasladan toda la producción a China y Tailandia.
A pesar de las dificultades, seguían siendo una marca icónica, y eran muchos los famosos que seguían apostando por la marca, incluyendo nombres tan sorprendentes como puede ser el papa Juan Pablo II o el Dalai Lama.
Completado el proceso de reestructuración de la compañía, entre 2010 y 2012 las ventas se disparan, recuperando cifras de los días de gloria. Y en 2013 el fondo de capital privado Permira se hace con la marca por 300 millones de libras, aunque la familia Griggs mantuvo un 10% de la propiedad.
Ya no eran un calzado barato, pero las ventas seguían siendo excelentes. El problema es que mucha gente consideraba que ya fuera por el traslado de la producción a Asia, o por el cambio de dueños, la calidad ya no era la misma. Que los productos ya no duraban tanto como antes.
En 2021, la compañía comenzó a cotizar en bolsa, donde a pesar de un gran debut, hoy sufre ante la crisis que vive, mientras busca cómo volver a recuperar solvencia. Porque lo que no han perdido jamás es la imagen que transmiten. Porque las botas que comenzaron vendiéndose por 2 euros a los trabajadores más precarios, hoy no pueden conseguirse por menos de 160, pero quien las lleva sigue emitiendo el halo de rebeldía tan propio en sus orígenes.
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