El Sol y sus Flores, de marchitar a florecer

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Rupi Kaur recorre el camino entre la pérdida y el reencuentro en su segundo poemario, El sol y sus flores (2017), donde se reconcilia con el amor, con su feminidad y con sus raíces sijs.

A través de cinco movimientos (marchitarsecaerarraigarlevantarseflorecer), la autora revela su proceso de sanación respecto a sus relaciones, ya sean de pareja, amistad, con sus ancestros o con ella misma.

En el primer poema confiesa: “el último día de amor / mi corazón se hizo añicos dentro de mi cuerpo”, seguido de una ilustración minimalista de una pluma, acaso evocando la vulnerabilidad que vacía la best seller en las páginas que siguen. Desde estos primeros versos se identifica su inconfundible sello: textos cortos y directos, complementados por dibujos hechos por ella misma.

Las palabras se deslizan fluidamente, dejando poco lugar a la interpretación subjetiva. Rupi Kaur transmite ideas de forma explícita, sin recurrir a la exploración del lenguaje que suele caracterizar a la poesía como género. Esta decisión estilística es, quizás, una de las claves de la popularidad de la autora, quien ha vendido más de 11 millones de copias de sus libros, manteniéndose en la lista de los best sellers de The New York Times por más de un año con su primer poemario Leche y miel.

La simpleza del lenguaje puede deberse, en parte, al medio donde la también fotógrafa comenzó a publicar sus letras: Instagram. En una red social donde se tienen solo fracciones de segundo para captar la atención del público, es de vital importancia lanzar mensajes contundentes, de ahí que algunos de sus versos estén tan emparentados con los aforismos (acepta el cumplido / no huyas de algo que te pertenece, por citar un ejemplo).

Otra de las fortalezas de la poeta, además de la simpleza y la claridad con las que escribe, recae en su honestidad. Leer sus palabras puede llegar a sentirse como hojear las páginas de un diario íntimo. Expone reflexiones, emociones y episodios de su vida sin suavizarlos; la clase de pensamientos que tal vez otra persona se guardaría para sí por temor a dejar al descubierto sus puntos débiles.

Esa vulnerabilidad seguramente es responsable de la conexión que logra con sus lectores, quienes encuentran en sus textos un espejo que refleja las luchas internas propias.

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Crédito: Instagram/ rupikaur_

UN CORAZÓN ROTO

El sol y sus flores comienza con la devastación que implica una ruptura amorosa. Los primeros poemas abordan la depresión causada por la ausencia del ser amado, así como la esperanza de que éste vuelva; sin embargo, llega un punto en que se revela que se trataba de una relación abusiva. Quien escribe es la víctima: “que me tocaras / aunque no lo hicieras con suavidad / era mejor que no tener tus manos / podía asumir el abuso / no podía asumir la ausencia”.

Poco después, Rupi Kaur describe una sesión de terapia en la que logra darse cuenta de que una persona (mucho menos un abusador) no puede encarnar el concepto de amor, pues este se encuentra en los actos. Eso no impide, sin embargo, que la víctima siga extrañando a su ex pareja y se torture pensando en cómo será la mujer por la que la dejó. Las emociones se tardan en obedecer a la razón, necesitan tiempo.

En el segundo movimiento, caer, ya no hay esperanza de que el hombre vuelva. Las inseguridades invaden a la protagonista y eso la lleva a recordar las formas en que ha despreciado su cuerpo desde su infancia pero, sobre todo, tras haber sufrido una agresión sexual en su juventud.

La autora recuerda los complejos que le provocaban sus cejas, sus piernas, su vello y el color de su piel en su pubertad. Cuestiona la educación que recibió, como muchas otras niñas del sur asiático, y que le impidió negar a quien decidió poseerla contra su voluntad: “en mi casa ‘no’ era una palabrota / se borró de nuestro vocabulario […] para qué sirvió entonces la obediencia / cuando había manos / que no eran mías dentro de mí”.

Tras esas reflexiones, ya no siente envidia ni resentimiento contra la mujer que ahora está con ese hombre: cuando la empujes contra la pared / y llore / dile que yo también lloro con ella. La sororidad se abre paso entre el sufrimiento. También la autocompasión: una no se despierta ya convertida en mariposa. En este segundo apartado del volumen, los versos optimistas se asoman entre las líneas de dolor.

caer le sigue arraigar. Mientras el corazón roto sana, Rupi Kaur posa su mirada en otro tipo de amor que nada tiene que ver con lo romántico, el que profesa a su familia y a sus orígenes.

HONRAR LAS RAÍCES

El tercer movimiento de El sol y sus flores es un homenaje a los migrantes que, como ella y su familia, son expulsados de su tierra por la violencia o las carencias. Lo dejan todo, a veces la vida misma, por la esperanza de un porvenir que no derribe todo lo que han construido.

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Crédito: Instagram/ rupikaur_

Rupi nació en el seno de los sijs, un grupo étnico asentado en Punjab, India, y que desde el siglo antepasado, tras la caída del Imperio Sij en manos de Gran Bretaña, vive en diáspora. Incluso después de que el país lograra la independencia, la emigración no se detuvo. Esta zona agrícola ofrece pocas oportunidades, especialmente porque las tierras que pueden poseer sus habitantes son muy limitadas.

La poeta, nacionalizada canadiense (llegó a este país a los tres años de edad), tomó el apellido Kaur de la tradición sij. Este nombre propio significa “princesa” y lo llevan todas las mujeres de la comunidad como forma de desafío al sistema de castas indio, pues los sijs aspiran al bienestar colectivo.

Arraigar explora la dificultad que implica crecer en un país cuya cultura no es la heredada de los ancestros, aquella que echaba raíces y follaje del otro lado del océano y que en territorio norteamericano apenas da uno que otro brote. Sin embargo, ese retoño se alza valiente: mi voz / es el fruto / de la colisión de dos países / qué tiene de vergonzoso / si el inglés / y mi lengua materna / hicieron el amor.

Conciliar las enseñanzas de ambos mundos puede parecer tan difícil como librar la distancia que separa a los dos continentes. Reconstruir la historia familiar, sobre todo la de la madre, es una forma de unir las piezas que conforman la identidad de la migrante.

PERMITIRSE FLORECER

Las últimas dos partes del libro pintan un paisaje más luminoso. En levantarse, el corazón cede paso al amor de un nuevo hombre diametralmente diferente de aquel que ejercía la violencia: un hombre que llora / – un regalo. El patrón de abuso se rompe y comienza a tejerse el de la ternura.

Finalmente, florecer consolida el crecimiento de la escritora. El amor propio se abre y muestra al lector sus pétalos: es un don / ser del color de la tierra / sabes cuántas veces / me confunden las flores con su hogar.

A su vez, la feminidad es redescubierta. La autora pone en tela de juicio los estándares de belleza que se imponen a las mujeres, invita a su género a seguir conquistando los espacios que todavía le son vedados y alienta a las madres a criar niñas fuertes que continúen con el camino iniciado generaciones atrás.

El sol y sus flores podría no interesar a quien goza de que las palabras jueguen e interactúen de formas que van más allá del lenguaje pragmático del día a día, pero tal vez sí a quien aprecia la valentía de presentar el corazón y la mente desnudos sobre el papel.

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