Emilio Tuñón, el arquitecto humanista de las Colecciones Reales

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Artífice del edificio de la Galería de las Colecciones Reales, Emilio Tuñón ha recibido el Mies Van der Rohe Award por el MUSAC de León y el Premio de Diseño e Innovación FS 2023 por el Hotel Casa Palacio Paredes-Saavedra en Cáceres. Reniega de los dioses de la arquitectura.

La Galería de las Colecciones Reales es un edificio irrepetible”, asegura Emilio Tuñón, el arquitecto que firmó junto a su socio Luis M. Mansilla (fallecido en 2012) el nuevo museo imprescindible inaugurado el pasado 29 de junio. Y lo asevera desde el punto de vista histórico y de su localización. “Está en un lugar único que es el punto del origen de Mayrit [palabra procedente del árabe que significa abundancia de agua o lugar matriz], que es donde se construye la fortificación hispano-musulmana”. Pero si el continente de 40.000 metros cuadrados de hormigón blanco, granito y cristal ya es imponente, el contenido alberga tesoros que van desde el icónico Caballo blanco de Velázquez hasta la mejor colección de tapices flamencos de Europa, amén de obras de Goya y Caravaggio.

El curriculum vitae de Tuñón (Madrid, 1959) es abrumador, tanto por su trayectoria profesional y académica como por sus reconocimientos y premios. Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) en 1981 y Doctor por la ETSAM en 2000 (sobresaliente cum laude), en un resumen de sus galardones cabe destacar el Premio Arquitectura Española 2003, la Medalla de oro por los Méritos en las Bellas Artes 2014, Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, Mies Van der Rohe Award 2007, Premio Arquitectura Española 2017, RIBA International Fellowship 2019 y Premio Nacional de Arquitectura 2022. A ellos hay que sumar el Premio Diseño e Innovación FS 2023 otorgado junto a su socio Carlos Martínez Albornoz, por la Casa Palacio Paredes-Saavedra, hotel de Atrio en Cáceres.

Diríase que ya solo le falta el Princesa de Asturias de las Artes, que se ha concedido en dos ocasiones a arquitectos: Norman Foster (2009) y Rafael Moneo (2012). Él confiesa ser muy poco ambicioso con los premios, aunque “lo que viene, bienvenido es”. Lo cierto es que el benjamín de 10 hermanos se decantó por la arquitectura siguiendo el consejo de su madre, al ver que su hijo tenía aptitudes para el dibujo. Y tanto. Luis Mansilla y él se convirtieron en los arquitectos de los museos por excelencia gracias al MUSAC de León o el de Arte Contemporáneo Fundación Helga de Alvear en Cáceres, entre otros. A ello hay que añadir que ha sido profesor invitado en Frankfurt (Alemania), Puerto Rico, Laussane (Suiza) y en las Escuelas de Arquitectura de Harvard y Princeton (Estados Unidos).

Emilio Tuñón.

PREGUNTA. Usted traslada a su trabajo aquello que decía San Agustín sobre el tiempo: “Si no me lo preguntas, sé lo que es el tiempo; pero si me lo preguntas, no lo sé”. ¿Con la arquitectura le ocurre lo mismo?

RESPUESTA. Es una especie de broma a propósito de una cita de San Agustín, al que aprecio mucho como intelectual. Si hablamos de arquitectura todos sabemos lo que es, pero si preguntas qué es exactamente la arquitectura, pues ya entramos en discusiones más complejas. Le Corbusier decía que es el juego inteligente de las formas bajo la luz. Para mí tiene que ver más con el servicio a la sociedad, con la construcción de los espacios donde las personas pueden desarrollar sus actividades. Esto es muy amplio, porque podemos hablar del territorio, del paisaje, de la calle, de la casa, pero también de los espacios públicos.

P. Le gusta pensar que en la arquitectura el tiempo es un material de construcción. ¿A qué se refiere?

R. Nosotros pensamos que la arquitectura se produce como un proceso en el que participan las personas en distintas fases, que al principio hay que pensarlo y hay un cliente que empieza a pensar, o una sociedad, o una institución. A mí me parece que cuanto más largo sean todos los tiempos, mejor. Por eso siempre digo que el tiempo es un material de construcción. Hace que las obras sean mejores. Cuando un proyecto se piensa rápido, se hace rápido, se quiere construir rápido y se quiere usar rápido, excepto honrosas excepciones, tiende a salir regular. Me interesa mucho más esa arquitectura que es más pausada, donde el tiempo se introduce dentro del proceso como un auténtico material de construcción.

P. La Galería de las Colecciones Reales ha sido un proyecto hecho con pausa, pues el concurso lo ganó el estudio Mansilla + Tuñón en 2002 y la construcción se llevó a cabo entre 2006 y 2015. ¿Se ha pensado, construido y usado bien el tiempo?

R. La Administración empieza a pensar en un museo en 1998. Y el dibujo que nosotros tenemos para el primer concurso es de diciembre de 1999. Es decir, que son 23 años que me he dedicado a esto. El concurso se gana en 2002, se empieza a construir en 2006 y hay cuatro fases. Por una parte, la construcción de la cimentación que fue el muro de contención y la arqueología, que es un conjunto. Luego hay una segunda fase que es la estructura. Después hay una tercera que es la fachada y cubiertas. Y luego la cuarta, que son las instalaciones y la puesta en funcionamiento del edificio y los acabados interiores. El continente es importante, pero está al servicio del contenido, las piezas de las Colecciones Reales.

Emilio Tuñón.

P. ¿De qué está más satisfecho? ¿De la extensión natural del Palacio Real hacia el sur y del muro de contención habilitado, o del recorrido en sentido descendente por infinitas rampas con pasamanos para los visitantes?

R. Las dos cuestiones son importantes. La extensión del Palacio Real hacia el sur siguiendo las trazas de Sacchetti es una arquitectura contemporánea pero tiene una vocación de continuidad. Quiere ser un edificio discreto que completa la cornisa de Madrid y resuelve algo tan elemental como es enseñar las colecciones. De lo que más orgulloso me siento es de esa vocación de servicio que tiene. Como edificio tiene mucha importancia, ha ganado 11 premios, pero una vez que se colocan las piezas, tal y como se ve ahora, prácticamente desaparece. Cuando uno está en las salas, el edificio ya no es importante, lo son las piezas.

P. El MUSAC de León fue galardonado con el prestigioso Mies Van der Rohe Award 2007. ¿El discurso de que el MUSAC era un homenaje a los ríos leoneses que van a morir al Duero fue real o una licencia metafórica?

R. Te voy a ser sincero. En la arquitectura las reglas son abstractas. Pero uno siempre trata de acercarse a que la gente lo entienda. Eso es lo que nosotros llamamos el pensamiento metafórico sobre los proyectos, que trata de establecer un relato para que la gente visualice de lo que estás hablando. El MUSAC es un sistema complejo de elementos que son cuadrados y rombos que permiten tener vigas de la misma dimensión de 11 metros y establecer relaciones entre ellas lo más completas posibles. Y lo de los ríos también es una cosa abstracta. Son galerías que semejan los cursos de agua, pero es una metáfora literaria para poder explicar los proyectos.

P. Lo de llevar a gala no querer hacer muchas obras lo ha relacionado en alguna ocasión con Bartleby, el escribiente, el personaje del cuento de Herman Melville, que respondía “I would prefer not to” (preferiría no hacerlo). ¿Ha tenido que responder lo mismo a muchos encargos?

R. [Risas]. Hay muchos proyectos a los cuales hay que decir preferiría no hacerlo muy educadamente. No hay por qué hacer todo. Hay obras que tú piensas que o son especulativas o son demasiado duras para el lugar donde se va a hacer, hay demasiada edificabilidad para construir, el objeto que tiene no es el que creo que se deba hacer, incluso intuyo que el cliente no está interesado en hacer una buena arquitectura… Nosotros hemos dicho muchas veces que no a arquitecturas no tanto por una cosa elitista sino por una cuestión ética.

P. ¿Hay que hacer las cosas que hay que hacer y no construir por construir más?

R. Sí. Lo que es impresionante es que en una pequeña construcción, en un pequeño arreglo de un apartamento, puede haber tanta arquitectura como en un rascacielos. Por eso, lo que me sorprende es por qué la gente se empeña en construir tantos edificios, tantos rascacielos, cuando en realidad haciendo un puñado de obras ya prácticamente cuentas todo lo que tú deberías contar en toda tu vida sobre la arquitectura.

P. La Casa Palacio Paredes-Saavedra en Cáceres, galardonada con el Premio de Diseño e Innovación FS 2023 en su categoría de Hotel, es un lugar recomendable para visitar al menos una vez en la vida. ¿Éste es el mejor piropo periodístico que puede hacerse a un arquitecto sobre una rehabilitación suya?

R. Es un hotel maravilloso porque cada suite tiene un concepto diferente y está tratada de una manera. Y te encuentras en un palacio del siglo XVI con un conjunto de habitaciones que cada una va tratando de reflejar el espíritu de su momento. Recomendar visitarlo al menos una vez en la vida es porque efectivamente es un hotel de un disfrute grande. Yo he dormido ya en tres suites diferentes de las 11 que tiene. Incluida la de la torre, que es la más bonita porque duermes en el origen de la casa en el siglo XIV.

P. ¿Cómo calificaría su arquitectura?¿Humanista, emocional, inclusiva, sostenible?

R. Nosotros trabajamos mucho con la idea de la arquitectura humanista, que trata de poner al hombre por encima de todo en cualquier momento. Nunca tratamos de hacer obras que digas qué bonita habrá sido pero que no sirva para nada. Nos interesa que sea hecha para el hombre. Tiene esa condición humanista que piensa en el pasado, en el presente y en el futuro. Trata de establecer vínculos con la tradición y de construir los edificios del presente pero pensando en cómo debe ser la arquitectura del futuro.

Emilio Tuñón

P. ¿La arquitectura ha de contribuir a frenar el cambio climático? Trabajan con equipos de urbanistas y paisajistas, además de ingenieros y técnicos de medioambiente. ¿Se puede hablar ya de arquitectura verde?

R. Ya estamos en la arquitectura sostenible. Otra cosa es la arquitectura de consumo cero, la Passivhaus con diseño bioclimático. Eso ya es un salto adelante. Necesita unos requerimientos y una construcción mucho más específica, que es interesantísima y que se hace muy bien en las viviendas, en los edificios residenciales. En las oficinas cuesta más, pero también se puede hacer. Y luego está la arquitectura ecológica, que en realidad es un paso más que no sólo trata de lo que pasa en relación a la energía, el consumo, los desechos y los materiales, sino que también es una cuestión ideológica. En el fondo, cuando nosotros hicimos el centro cultural en la antigua fábrica de cerveza El Águila, en el concurso ya hablábamos de una arquitectura ecológica.

P. ¿Ha conocido algún arquitecto megalómano de los que a veces se creen dios?

R. Esa es la primera lección que trato que mis alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid aprendan: que los arquitectos a veces se creen dios pero no lo son. Somos personas normales, que tenemos como labor dar un servicio a la sociedad. Y cuanto más nos alejemos del narcisismo, del egoísmo y de la vanidad mejor servicio daremos. Por eso a mí el arquitecto divinizado no me gusta, y ha habido muchos en la historia de la arquitectura que no me interesan nada.

P. ¿Qué es para usted ser un fuera de serie?

R. La misma expresión ya lo dice: el que está fuera de la serie. Depende de los momentos, puede ser una persona que tenga unos valores por encima de los demás, y eso está bien. Puede ser una persona normal pero que en ciertos aspectos (deportivos, intelectuales, constructivos o incluso políticos) destacan.

P. ¿Quién lo es para usted?

R. Todos los padres y madres que son capaces de sacar a sus familias adelante con su trabajo y con su esfuerzo personal.

Para finalizar le refiero la definición de que el arquitecto de nuestra propia vida es “aquel ser que dispone de todo su talento para poder trazar su paso en cada esfera de su trayecto de vida”. Y le inquiero sobre su percepción de si lo difícil no es ser arquitecto de tu destino y levantar un edificio sobre los cimientos en el que con los años se vaya ascendiendo profesionalmente hasta lo más alto, sino constructor del mismo. “El constructor es una persona más humilde. A mí me gusta más esa palabra que la de arquitecto en lo referente a la vida. Constructor es la persona que toma la decisión concreta para que las cosas funcionen bien. Entonces tiene esa cosa del cuidado, del cariño, pero no esa vocación de estar en la punta de la pirámide. En mi caso no tengo interés en estar en lo más alto del edificio. Me siento más constructor que arquitecto en lo que concierne al camino vital”.

El lema de Tuñón es el trabajo cuidado, “paso a paso, día a día, partido a partido”. Llevado a su faceta humana, sería sentirse también un arquitecto querido, como las personas. “Toda persona lo que quiere, incluso los que buscan el poder, es ser querida. Pero desde hace muchos años he descubierto que para que alguien te quiera, lo mejor es querer tú a los demás. Cuánto más quieres y más sientes a los demás, más te van a apreciando a ti. No hay que buscar que la gente te quiera; hay que buscar que tú quieras a los demás“. Sabio pensamiento para cerrar la entrevista con un arquitecto humanista en el más amplio sentido de la palabra.

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