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La poeta estadounidense, Emily Dickinson, es una de las máximas exponentes de la literatura de su país. A su muerte dejó escritos casi 2000 poemas que verían la luz gracias a su hermana, Lavinia. Descubre en esta selección de poemas las reflexiones de Emily Dickinson sobre el amor, la vida, la muerte y la naturaleza.
Emily Dickinson fue una mujer adelantada a su época. Nacida en el seno de una familia adinerada, conservadora y religiosa en Massachusetts (Estados Unidos) en 1830, tuvo acceso a una educación poco habitual para las mujeres de la época. Sin embargo, ni las matemáticas ni la geografía ni ninguna otra asignatura fascinó tanto a la futura escritora como la botánica y todas las materias relacionadas con la naturaleza. Este amor pronto se vería reflejado en los versos de sus obras, como puedes comprobar en estos 22 poemas sobre la vida con valores de Emily Dickinson.
Un problema de salud hizo que Emily Dickinson dejara los estudios pocos meses después de entrar a formar parte del Seminario Femenino de Mount Holyoke. Con 16 años, siendo la más joven de todas las estudiantes, fue aceptada en este centro en el que nunca lograrían desviar la atención de Emily hacia las cuestiones religiosas.
Su pasión por la naturaleza, la vida y el amor eran indomables. De vuelta a casa y de manera paulatina, Emily comenzó un encierro voluntario que llegó a ser de lo más estricto en los últimos tiempos. Fruto de esa decisión es su trabajo literario del que puedes leer una muestra en estos 22 poemas sobra la vida con valores de Emily Dickinson.
Emily Dickinson: el encierro voluntario en el que se sentía libre
De nuevo en el hogar familiar, Emily Dickinson dedicó su tiempo a ir a la iglesia, pasear a su perro, divertirse asistiendo a eventos benéficos y exposiciones, así como a reunirse con personalidades como Samuel Bowles, director del diario Springfield Republican, la escritora Helen Hunt Jackson, su editor Thomas Niles y el crítico Thomas Wentworth Higginson con quienes compartía conocimientos sobre escritura y literatura.
Estos encuentros no solo tuvieron una gran influencia en el proceso creativo de Emily Dickinson, sino que además fue de la mano de estas personas que la poetisa estadounidense publicó sus únicos 6 poemas en vida. Los primeros fueron en el diario de Samuel Bowles -se desconoce si con su consentimiento- y el último formó parte de la antología de Helen Hunt, Una mascarada de poetas. En este caso su condición fue que no se incluyera su nombre.
Pero cuando apenas había cumplido los 30 Emily dejó de ser vista en Amherts. En un primer momento su contacto con el mundo exterior se limitaba a las visitas que recibía, algo que poco a poco también fue rehusando.
Su búsqueda de la soledad la llevó, no solo a permanecer en su casa, sino que fue más allá y los últimos años de su vida los pasó encerrada en su habitación, donde predominaba el color blanco, el mismo que había escogido muchos años atrás para sus vestidos.
A día de hoy, no se ha encontrado una explicación de por qué decidió limitar su vestuario de esa manera, pero resulta curioso que en sus cartas se pudiera leer que le gustaba contemplar los funerales que se celebraban en el cementerio que podía ver desde su habitación. ¿Quizá ella también estaba de luto? ¿Quizá era más un símbolo de pureza?
Otro de los misterios que Emily se llevó a la tumba, pero del que quizá puedas extraer alguna otra conclusión leyendo su obra, como estos 22 poemas sobre la vida con valores de la poetisa estadounidense.
Poemas de amor de Emily Dickinson para Susan
Emily Dickinson escribía y escribía, pero pocos fueron los afortunados que por aquel entonces podían leer su obra. Una de estas personas elegidas fue Susan, su compañera en la Academia de Amhers, quien se convertiría en su cuñada en 1856, cuando esta contrajera matrimonio con Austin, el hermano de Emily.
Culta e inteligente, Susan era su confidente, su amiga y muchos apuntan, quizá nada desacertados, también su amante. Entre ellas se estableció un vínculo muy especial, el cual se puede apreciar, tanto en las cartas que se escribían a pesar de vivir en casas colindantes, como en los numerosos poemas que Emily le dedicó.
Sin embargo, no se puede hacer un repaso de la vida amorosa de Emily Dickinson sin nombrar a Benjamin Franklin Newton y Charles Wasdworth, cuyas muertes sumieron a Emily en una gran tristeza, constatable en sus poemas. Benjamin fue un gran amigo, tal y como ella misma le explicaba a Susan en sus cartas. Estudiante de derecho del padre de la poetisa y diez años mayor que ella, le recomendaba libros, algo que atrajo de inmediato a la joven, así como su intelecto.
Pero su relación se truncó, y son muchas las teorías que apuntan al señor Dickinson como el responsable de que su amor no fuera a más. Sea el motivo que sea, lo cierto es que sus caminos se separaron y en 1953 el joven murió con tan solo 33 años a causa de la tuberculosis. Habían pasado casi cuatro años desde la última vez que Emily y él se habían visto.
En 1854 se cruza en la vida de Emily, Charles Wasdworth, pastor de la Iglesia Presbiteriana en Filadelfia que estaba felizmente casado. La conexión entre ellos fue inmediata, pero él decidió alejarse, hasta que en 1880 golpeó la puerta de los Dickinson. Tal y como se puede leer de manos de la poetisa, la escena fue así:
- ¿Por qué no me ha avisado de que venía, a fin de prepararme para su visita?, dijo Emily
- Es que yo mismo no lo sabía. Me bajé del púlpito y me metí en el tren, respondió el pastor.
- ¿Y cuánto ha tardado?, preguntó ella refiriéndose al trayecto entre Filadelfia y Amherst.
- Veinte años, susurró Charles.
Charles Wadsworth murió el 1 de abril de 1882. Bastaron solo tres encuentros desde que se conocieron para que en Emily creciera un gran amor. El único cuadro que había en la habitación de Emily era un retrato de Charles.
La muerte: protagonista en la vida y los poemas de Emily Dickinson
Los días de Emily pasaban sumergida entre versos, esos que escribía y que ella misma encuadernaba a mano. Pero eran solo para ella. Celosa de la privacidad de su creación había pedido a su hermana Lavinia (Vinnie, como cariñosamente la llamaba), que a su muerte lo quemaría todo. Por suerte, esto nunca pasó.
Emily tuvo que enfrentarse demasiadas veces a la pérdida de seres queridos, pero si una la dejó totalmente devastada fue la de su sobrino de ocho años, el hijo pequeño de Susan y Austin. Existía algo tan especial entre ellos, que su partida en 1983 la quebró por completo. Poco tiempo después enfermaría y tan solo dos años después escribiría su última carta, que titularía “Me llaman”, refiriéndose a la muerte. Esta la encontró, cómo no, en su habitación el 15 de mayo de 1886.
Poemas de Emily Dickinson sobre la vida con valores
Tras la muerte de Emily, Lavinia encontró entre las cosas de su admirada hermana 40 volúmenes de poesía escritos por Emily, así como pequeños trozos de papel escritos a lápiz. Siempre a lápiz. No había ningún orden, por eso decidió publicarlos usando números.
Cierto, Lavinia rompió la promesa que le hizo a su hermana, a su mejor amiga…, pero tenía razón cuando pensó que el mundo no se podía perder aquella obra de arte.
Estos 22 poemas sobre la vida con valores son una pequeña muestra de la destreza de Emily Dickinson con las letras.
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