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Chequeo mi celular y me encuentro con la triste noticia de que murió Silvina Luna. No tenía ningún vínculo en particular con ella, ni especial admiración, pero aún así me impacta el desenlace.
Lo que me une a ella es ser mujer y haber sentido y sentir más de una vez las presiones e imperativos sobre nuestros cuerpos.
Para ella esa presión debe haber sido mucho más intensa, porque como se dice erróneamente “ella trabajaba con su cuerpo”(¿quién no lo hace ?).
Esa expresión se refiere a aquellas mujeres (modelos, vedettes, influencers, panelistas, actrices) que antes de cualquier atributo aparece la belleza, o hablando en criollo, “están buenas”.
En esa frase aparece la palabra “buena” en un sentido. La escucho en otro: ser buena, ser sumisa, aceptar los mandatos e imperativos que se nos transmiten desde niñas. Asocio también cómo muchas mujeres del mundo del espectáculo en sus veintitantos muestran una imagen potente, de aparente libertad e improvisación, hasta que encuentran el amor y en un giro conservador aparecen con una imagen inmaculada, las revistas que antes cubrían sus aventuras amorosas, ahora cubren el casamiento, el embarazo, la familia feliz.
Desde que las mujeres pudimos, gracias a la lucha de los feminismos, empezar a tener más espacio en la vida pública, desarrollarnos y trabajar profesionalmente –un destino más allá de ser madres, esposas y amas de casa–, fuimos ganando derechos y libertades, pero a veces siento que lo que hicimos fue sobrecargarnos. Porque al imperativo de ser madres y armar una familia se le sumó la vida laboral igual o mayor a la de los varones.
Como si esto fuera poco, a parte debemos estar lindas, ser objeto de deseo, de seducción y que el paso del tiempo no se note. Es un ideal que si no se revisa no hay cuerpo que lo resista sin consecuencias.
Escucho un video que dejó Silvina antes de internarse. Es conmovedor, llama a valorarnos por nuestra interioridad y no por nuestro aspecto, a cuidar los comentarios, a no opinar sobre el cuerpo de los otros, a cuidar a las niñas y a las adolescentes.
En una parte de ese video dice: “Me preguntan qué le pasó a mi cara. El tiempo pasó, me pasó la vida, tengo 42 años, quizás se quedaron con la imagen que tenía cuando tenía veinte”.
*Natalia Pérez es bailarina, educadora somática y autora del libro Apuntes de clases.
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