Historias de amor grabadas para la eternidad en los cementerios españoles: de los amantes de Teruel, al reposo de Emilia en el nicho 1501

[ad_1]

Omnia vincit amor, escribió Virgilio en las Bucólicas. El aforismo dice algo así como que el amor todo lo vence. Puede con todo, hasta con la muerte. Las historias de amor, las grandes historias de amor, lo son en vida, pero algunas tienen su “continuación” en la muerte.

Los cementerios están repletos de muertes trágicas, de tumbas indignas, de muertos olvidados, pero también de amor. Está el más visible, el amor de los que quedaron, que se expresa en esas lápidas cuidadas en las que nunca faltan flores. Pero también habitan los camposantos tumbas que son expresión de un amor que todo lo pudo; de un amor eterno que toma forma en sepulturas que fueron el último lecho de una pareja.

Morir de amor en Teruel en 1217

No están en un cementerio pero un amor eterno expresan los sepulcros de los amantes de Teruel. Son Isabel de Segura y Diego de Marcilla, que se amaron contra viento y marea allá por el 1217. La tradición cuenta que murieron de amor y que por eso se les enterró juntos.

Tres siglos después, en 1533, se encontraron en Teruel dos momias bajo el suelo de la Iglesia de San Pedro. Se asumió que pertenecían a los ya famosos amantes (nunca se pudo comprobar) y la capilla donde fueron encontrados pasó a llamarse Capilla de los Amantes. Con el paso de los años no dejaron de ganar popularidad, hasta el punto de que en 1955 Juan de Ávalos esculpió dos sarcófagos para ellos.

Mausoleo de los Amantes de Teruel
Mausoleo de los Amantes de Teruel
AYUNTAMIENTO DE TERUEL

Pero volvamos a los cementerios, lugares de amor y muerte. Para los materialistas podría decirse que esas lápidas que reúnen a parejas que se amaron en vida quedan al menos como ejemplo de que el amor, el de verdad, es posible. Del mito del amor romántico y de sus consecuencias no toca hablar esta vez.

El cantero poeta

Hablamos de amores que sin saberlo representaron el omnia vincit amor de Virgilio. Fue el caso de Carmen y Juan. Su amor quedó, literalmente grabado en piedra, para siempre.

En el cementerio de la localidad sevillana de Gilena hay un lugar que visitan todos los que allí se llegan. Se acercan para leer un poema:

Hoy en pruebas del amor
que te prometí ayer
traspasado de dolor
vengo Carmen a poner
sobre tu tumba esta flor.
Pues aunque siempre perdida
por mi desgracia te lloro
aún eres buen que yo adoro
y es tu recuerdo mi vida
y tu tumba mi tesoro.

Los versos están escritos en la base de la cruz que preside la sepultura de Carmen. Las letras las esculpió el mismo autor del poema, su amado Juan.

La historia la cuenta el cronista local Antonio Manuel Rodríguez Rodríguez. Corrían los primeros años del siglo XX. Carmen y Juan eran jóvenes y eran novios. El tiempo corría a su favor. Sin embargo, en el otoño de 1908 la muerte atravesó Gilena con prisa, llevándose a ella por delante. Con sólo 22 años, Carmen murió de un cólico infeccioso.

En su despedida, Juan decidió dejar testimonio de su amor. Era cantero y le costó poco cincelar unos versos de amor. No se sabe si la poesía la escribió él mismo, pero como dice el cronista “queremos pensar que sí, que fue él, hay que estar muy enamorado para poder escribir esos maravillosos versos”.

El nicho 1501 del Cementerio de Valencia

Cementerio general de València
Cementerio general de València
AYUNTAMIENTO DE VALÈNCIA

Vicente García Valero, 20 años y actor de profesión, y Emilia Vidal Esteve, de 18 años, eran novios. En 1887 ella murió por unas fiebres y fue enterrada en una fosa común porque su familia no tenía para más. El novio, muerto en vida y loco al imaginar a su amada compartiendo el eterno descanso con decenas de desconocidos, decidió recuperar su cadáver.

Para sacar el cuerpo de Emilia de la fosa sobornó al sacerdote que le había dado sepultura. Lo hizo el día de Nochebuena. Luego, para darle el digno lugar que su amada se merecía, pagó 50 pesetas (mucho dinero para la época) por un nicho. Era el nicho 1501 del Cementerio Municipal de Valencia.

Tras sobornar a un sacerdote, en el día de Nochebuena sacó de la fosa común el cuerpo de su amada

Contó el joven actor (hay un libro de su autoría titulado Páginas del pasado) que al abrir el féretro su novia cadáver “parecía como dormida”. En realidad su estado de descomposición debía de ser avanzado porque entre su muerte y su desenterramiento habían pasado semanas. Cuenta Rafael Solaz en su libro Nicho 1501. Teatro, amor y muerte que durante muchos años Vicente mandó dinero al cementerio cada 1 de noviembre para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores.

Nicho 1501 del Cementerio de Valencia, donde yace la Emilia de Vicente, el actor.
Nicho 1501 del Cementerio de Valencia.
Ateneo Mercantil de Valencia

Obsesionado por el amor perdido, el hombre se casó con la hermana de la que fue su novia. A la hija que tuvieron la llamó Emilia. Pero la parca perseguía obtinada los afectos de Vicente: ambas, esposa e hija, fallecieron pronto (4 años tenía la niña). Empeñado en vivir en las “proximidades” de su primer amor se volvió a casar y de nuevo con una hermana de Emilia. Se fueron a vivir a Madrid, donde las cosas no fueron bien, hasta el punto de que dejó de mandar dinero para el nicho de Emilia.

Por una vez la suerte le sonrió. Un día compró un décimo de loteria con el número del nicho (ese 1501) y le tocó. Era octubre de 1912 y ganó 6.000 pesetas. Pudo así volver a tener el nicho de su amada limpio y florido. Vicente murió quince años después.

El cementerio de una sola lápida

También a principios del siglo XX vivían Teresa y Sisco. Eran vecinos del pequeño pueblo de Bausen (Lleida), en el Valle de Arán. Jóvenes se conocieron y jóvenes se enamoraron.

Eran primos, pero eso no fue impedimento para su amor. Cuando decidieron casarse el problema fue otro. Por su parentesco necesitaban una dispensa canónica. Por lo que se cuenta en la comarca -la historia se ha ido transmitiendo de generación en generación- no queda claro si les faltó dinero o ganas de pagar aquel impuesto al amor. El caso es que, sin boda, se fueron a vivir bajo el mismo techo.

Apenas diez metros de lado y en su interior una única tumba, la de Teresa de Belana. A tiro de piedra de la frontera con Francia, este pueblín pirenaico donde viven menos de 50 habitantes cuenta con el camposanto más diminuto del mundo. Se remonta al 10 de mayo de 1916, fecha del fallecimiento de la joven, con 33 años. El párroco de Bausén se negó a que fuera enterrada en el cementerio católico, pues no estaba casada; aquel cura  se había negado años antes a celebrar su matrimonio, pues el marido, que luego fue padre de sus dos hijos, Sisco de Doceta, era primo suyo. Conmovidos por el hecho, los vecinos erigieron a las afueras de la localidad el entrañable cementerio la misma noche en que murió. Declarado Bien de Interés Cultural Local por el Consejo General de Arán, recuerda a los llamados desde entonces los amantes de Bausén.
El ‘Cementerio de Teresa’ es hoy Bien de Interés Cultural Local.
Marga Estebaranz

Fueron felices, tuvieron dos hijos y un día, el 10 de mayo de 1916, la muerte tocó a la puerta. Vino por Teresa, que tenía 33 años. Sisco quiso enterrarla en el cementerio del pueblo, pero la Iglesia se negó. Ni amor ni nada: sin estar casados, habían compartido lecho, techo y tenido hijos, dijo el párroco local.

Pero donde el vicario sólo vio pecado, los vecinos de Basuen sólo habían visto amor. Y así, entre todos, levantaron “El cementerio de Teresa”. Allí la enterraron. Es un recinto de diez metros de ancho por otros diez de largo: el camposanto más pequeño de España. 

Este breve cementerio, declarado Bien de Interés Cultural Local, recuerda a los llamados desde entonces amantes de Bausén. Aunque en realidad sólo ella descansa aquí. Cuando estalló la Guerra Civil, Sisco tuvo que huir a Francia y allí murió sin que nunca sus restos cruzaran los Pirineos de vuelta.

La ‘Cuna de la niña de cera’

Miguel Flores Cánovas nació en 1821 en Cuevas del Almanzora (Almería) en el seno de una familia acomodada. En 1840, cuando aún no había cumplido los 20, contrajo matrimonio con Angustias Fernández Albarracín, una niña de apenas 15 años. Cuenta el cronista de la localidad, Enrique Fernández Bolea, que aquella era de rostro tan pálido que la gente le decía la ‘Niña de cera’.

Abogado y metido en política, Flores fue secretario del Gobierno Civil de Girona, Gobernador Civil de Baleares y luego de las provincias de Badajoz, Palencia, Ávila y Girona. Miguel y Angustias enseguida fueron padres: de su amor nació María de la O. Pero año y medio después, en 1843, la madre moría.

Flores iba y venía por España, pero cuando volvía a Cuevas del Almanzora visitaba a diario la tumba de la que fue su esposa. Cuando en 1860 se construyó un nuevo cementerio -el de San Miguel-, ordenó el traslado pieza a pieza de aquella sepultura y aprovechó para ampliar el monumento, detalla Revista Funeraria. Se levantó así un cenotafio en mármol blanco que en el pueblo llamaron la ‘Cuna de la niña de cera’, un monumento de amor y muerte.

Y fuera de España… del Titanic al Bronx

El Titanic, nada más salir de Southampton el 10 de abril de 1912.
El Titanic, nada más salir de Southampton el 10 de abril de 1912.
WIKIPEDIA

En Titanic, la famosa película de James Cameron, Kate Winslet y Leonardo  DiCaprio representan una historia de amor. Pero en ese mismo transatlántico, el real, viajaban Isidor e Ida Straus. Él, emigrante de origen alemán, era copropietario, junto a su hermano Nathan, de los grandes almacenes Macy’s. En 1871 se casaron. En 1912 venían de pasar unas vacaciones en Francia, cuando decidieron regresar a Nueva York en el ‘Titanic’.

Un iceberg decidió cruzarse en las vidas de Isidor e Ida y sin embargo pudieron haber salvado la vida. Mujeres y niños podían subir a los botes y a ella se le asignó uno. Se cuenta que un oficial quiso hacerle sitio también a él y que Isidor se negó. Ida dijo entonces, contaría luego Elle Bird, su doncella: “Hemos estado juntos durante muchos años, donde tu vayas, yo voy”. Juntos y abrazados, henchidos de amor, esperaron la muerte… la buena muerte.

Hemos estado juntos durante muchos años, donde tu vayas, yo voy”

Dueño de los Macy’s, Isidor no era un neoyorquino más. En su honor y en el de Ida, las autoridades de la ciudad rebautizaron un parque de Broadway como Straus Park. Después, en 1915, se levantó un monumento en memoria del matrimonio. Allí se lee una cita bíblica: “Amados y queridos fueron en su vida y en su muerte no fueron separados”.

Tras el hundimieto del ‘Titanic’ sólo se recuperó el cuerpo de Isidor, que hoy descansa en el cementerio de Woodlawn, en El Bronx, pero recordando también a Ida. Rodeada de enormes árboles, la tumba es hoy la más visitada de este camposanto neoyorquino tal vez porque da ejemplo de lo que es un amor hasta la muerte.

[ad_2]

Source link