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Por Carlos Huerga.
A finales de 2022 la editorial Ya Lo Dijo Casimiro Parker publicaba La cesta del lobo, el tercer poemario de la poeta Raquel Ramírez de Arellano, que sorprende ya desde la primera página, con su largo poema titulado igual que el libro, que, por su extensión, así como por su ritmo variable y la fuerza que emana de él, recuerda a otros poemas contemporáneos como Que se coman el caos, de Kae Tempest, donde el sentido se construye desde el ritmo, las recurrencias, las imágenes y su carácter oral.
La cita de Diane Di Prima que abre La cesta del lobo no es casualidad. La poeta estadounidense pulula por el libro sin pedir permiso, no solo por su calidad poética, sino también como baluarte del feminismo y activismo poéticos. Hay más autores presentes de la Beat Generation, como Allen Ginsberg o William S. Burroughs, y es que Ramírez de Arellano adopta cierta actitud de rebeldía y renovación. Si los poetas beat reivindicaban una poesía viva y comprometida con su tiempo, tanto a nivel político como poético, Ramírez de Arellano parece seguir esa estela. De hecho, la poeta homenajea a varios autores: “Anduvimos hurgando en la cabeza de Elise / Cowen era la novia loca de Ginsberg / prefeminista / experimental / ¡crack!”. Esa intertextualidad (que va más allá de los beats) es una forma de recoger una tradición e intentar actualizarla, a la vez que supone un ejemplo de reivindicación, incluso, de declaración de intenciones. Hay que añadir a Juan Larrea, Mary Jo Bang, Arthur Rimbaud, Nina Simone, Jean Arp, Max Ernst, Woody Allen, Franz Kafka, F. García Lorca, Paul Celan, María Zambrano, Guadalupe Grande (a quien dedica el libro) y un largo etcétera, que deambulan por estos versos conformando un friso rico y variado de la cultura occidental contemporánea.
Como decíamos, el ritmo y su expresividad, que incluyen onomatopeyas y aliteraciones, se imponen por encima de otros elementos, dotando a los poemas de un gran valor físico y sensorial. Las anáforas y los paralelismos se suceden en una suerte de poemas río, llenos de ramificaciones. Algunos textos, juegan con el aspecto formal, a modo de caligramas; otros, incluyen elementos referenciales y juegos tipográficos, como notas laterales, pequeñas imágenes, uso de mayúsculas y negrita, ofreciendo gran variedad de recursos que se complementan y que enriquecen la propuesta poética hacia formas paratextuales. El papel lúdico es constante a lo largo del libro.
La ironía es otro de los rasgos que sobresalen: “el poema que no es / el poema que es / el poema que es cartabón / ¿qué es cartabón? / ¿qué significa cartabón? / señor google, ¿qué significa cartabón?”. Como todo discurso irónico, late debajo una aguda crítica, entendemos aquí al sistema neoliberal y la fuerte tecnologización que conlleva una gran dependencia en detrimento de la curiosidad y el conocimiento en los más jóvenes, aunque también hay cabida para divertidos reproches personales: “Te crees el púgil número 2 de Full Contact de tu barrio”.
Ramírez de Arellano aglutina diversas influencias a modo de homenajes que se insertan en su discurso con naturalidad, de manera que su poesía dialoga con otras propuestas y las mantiene activas en el presente. Todo ese conglomerado se siente vivo y cohesionado y nos hace cuestionar la actualidad desde un punto de vista poético y político, donde caben alusiones a momentos histórico-políticos recientes que han marcado a Occidente: “estira las preguntas / el 11 de septiembre / el 11 de marzo / el 15 de mayo / todo son hipótesis para barajar / el poema / el naipe / la partida / hagamos el amor / hagamos la resistencia”.
La poeta deconstruye, desarma, provoca, para después crear un discurso heterogéneo y lleno de intertextualidad, como una bomba que estalla en múltiples fragmentos que incluyen varias temáticas (lo perdido, el paso del tiempo, los desencuentros personales, la crítica a la sociedad capitalista), si bien la más constante sea la propia poesía y la imaginación. Dicen los primeros versos: “esto no es un poema / (…) es un canto”. La alusión al “esto no es una pipa” de René Magritte no es casualidad. La poesía no es algo que se pueda definir, ni medir, y es escurridiza a preceptos y definiciones, parece decirnos Ramírez de Arellano.
En otro texto, leemos: “acabaré jodiendo el lenguaje”, pero también: “el poema que es mentira / el poema que es mentir”. Más allá del juego y la parodia, al final, pareciera que los poemas pivotaran sobre la propia poesía desde su ficcionalidad. Como decía la poeta y ensayista Barbara Guest, la imaginación es la parte más importante de la poesía, aludiendo al misterio del pensamiento y del propio texto. La libertad del poema es también un ejercicio de la imaginación, y como tal, el lector decide o intuye su sentido: “¿Es este poema un ejercicio de escritura automática?”.
La cesta del lobo no solo es un gran poemario, sino que también sorprende por su propuesta heterogénea y lúdica, que se agradece en estos tiempos de lo políticamente correcto. Una poesía que cuestiona la propia poesía: “No podemos entrar en un poema como entraríamos en un quirófano”.
La cesta del lobo
Raquel Ramírez de Arellano
Ya Lo Dijo Casimiro Parker
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