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Samira Khashoggi, una rara avis entre las mujeres saudíes de su época, se convirtió en la primera esposa de un empresario egipcio en ciernes que acabaría obsesionado con la familia real británica:
Mohamed Al-Fayed. Una obsesión que acabaría en tragedia con la muerte de su propio hijo, Dodi, y su última amante,
Diana de Gales, en un accidente de tráfico en París. Pero la muerte de
Lady Di y Dodi fue, en realidad, un eslabón más en la larga cadena de infortunios que sufría desde hacía décadas la otra familia implicada en esta desgracia, los Khashoggi.
La trayectoria vital de
Samira Khashoggi merecía más de lo que al final fue, pero su destino trágico, al final, se convirtió en un calco de lo que le sucedería a otras mujeres de su familia: una vida pública deslumbrante pero mala suerte en el amor y una muerte prematura.
En esta historia de destinos gafados no parece casualidad que el mismo año verano en el que se hunde el barco donde Dodi al Fayed y Diana de Gales se dieron »el beso del siglo» muera también la única persona viva que aún luchaba por esa pareja,
Mohamed Al-Fayed.
Porque nadie puede tener dudas de si hubo alguien más desgraciado que el padre de Dodi esa fue su propia madre,
Samira Khashoggi, una mujer cosmopolita, bien relacionada y arropada por su poderoso padre y su famoso hermano, Adnan Khashoggi, que lo tuvo todo y lo perdió.
Cómo se conocieron Samkirad Khashoggi y Mohamed Al-Fayed
Cuando Mohamed Al-Fayed conoció a Samira en una playa de Alejandría, él no era nadie. En cambio, el padre,
Muhammad Khashoggi, fue el primer médico cirujano formado en Occidente que ejerció en Arabia saudí y su cliente principal era la propia
familia real. También fue el responsable de llevar al país la primera máquina de rayos X para curar una fractura de la mujer del rey saudí.
Samira, como el resto de sus hermanas,
se había criado entre Oriente y Occidente viviendo las contradicciones de ambas culturas y formando a fuego en su interior un ideario que la gente de la época consideraría una auténtica revolución. Pero hasta las mujeres más ilustradas y criadas en los colegios alejandrinos más selectos caen bajo el encanto del primer amor.
Su todopoderoso hermano mayor,
Adnan Khashoggi, buscaba en los años 50 una nueva persona de confianza y supo ver en Mohamed Al-Fayed la ambición que a él mismo le consumía. Los hombres decidieron hacer negocios juntos, a pesar de que Mohamed aún no contaba con nada más que sus ganas de medrar. Una alianza que se selló con una boda: la de Samira (tan joven como enamorada) con Al-Fayed.
El matrimonio fue un fracaso de principio a fin y apenas duraría un par de años, lo justo para que Samira diera a Mohamed el heredero varón que tanto deseaba, su primogénito, Dodi. Pocos meses después de dar a luz, Samira dejó atrás a su marido y su hijo: Mohamed Al-Fayed se quedó con la custodia del pequeño. La relación comercial entre
Mohamed Al-Fayed y Adnán Khashoggi no duraría mucho más, con la huída de Samira estaba herida de muerte.
La mala suerte en el amor de las mujeres Khashoggi
Es complicado seguirle la pista al corazón de Samira Khashogi, pero nadie puede echarle en cara el no haber tenido un sistema para conocer a sus parejas: fijarse en los aliados de su hermano. No se sabe a ciencia cierta cuándo comenzó el idilio entre
Anas Yassim y Samira Khashoggi, pero lo que sí se sabe es cómo acaba: con ella casándose con otro de los socios de su hermano mayor Adnan.
Anas Yassin, de impecable pedigrí saudí, se convirtió en el segundo esposo de Samira y padre de su hija. Yassim fue embajador en Estados Unidos y Líbano, ciudad en la que se instaló la pareja. Pero la suerte volvió a darle la espalda a Samira y su marido falleció en un accidente de tráfico en Turquía en 1974.
Tras la muerte de
Anas Yassim Samira vivió a caballo entre la Avenue Foch de París, El Cairo y España. Aún era joven y no quería renunciar al amor, pero es difícil confirmar qué hay de cierto y qué de irreal en las historias que corren sobre su vida sentimental de aquella época. Especialmente cuando ella misma eliminó capítulos enteros que, para su desgracia, están bien documentados en las páginas de crónica social de la prensa española.
Porque en los 70 Samira era conocida como la hermanísima de
Adnan Khashoggi, el rey de Marbella, y la pareja de uno de los socios de su hermano: el libanés
Abdul Rahman El Assir, íntimo del rey Juan Carlos y compañero de exilio en Abu Dabi y padre de una
amiga de Tamara Falcó, Khali El Assir. De nuevo, Samira se casó con un socio de su hermano, pero aquella unión fue un error: acabaría en divorcio porque él decidió abandonarla por una mujer más joven.
Con esta última ruptura Samira Kashoggi cumplió la maldición de las mujeres de su familia. Su propia madre, Samiha, fue casada a los 13 años, a los 14 años dio a luz a su primer hijo,
Adnan Khashogi, y a los veinte fue sustituida por otra mujer más joven por su marido. Murió de forma prematura tras someterse a una operación de cirugía estética con la que deseaba captar de nuevo el interés de su esposo.
Samira Khashoggi también encontraría una
muerte temprana dos años después de ser abandonada. Sufrió un infarto en la soledad de su casa de El Cairo, hacía poco que había pasado por el quirófano para hacerse un «retoque». Había vencido un cáncer y se había convertido en una de las mujeres más poderosas de Arabia Saudí gracias a sus novelas y su labor como editora y fundadora de
la primera revista femenina saudí, Al Sharqiya.
En el primer número de su revista, en 1974,
Samira Khashoggi utilizó su editorial para escribir: «Dios, no hagas de ella [la revista] un loro que repite lo que dicen los demás, sino un canario que canta los temas del amor y la esperanza». Buenas intenciones para una mujer, que según su propia familia, nunca conoció la felicidad del amor.
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