Las tres bodas de Marisol: con su hermano postizo, con el bailarín comunista y con el pizzero italiano, su gran amor

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La verdadera vida de Pepa Flores (73 años), Marisol para la historia del cine, se guarda bajo siete llaves que no pudieron encerrar el testimonio directo de

abusos sexuales, explotación e intentos de suicidio. La actriz prodigiosa no habla desde 1985, cuando anunció por fin

mutismo y retirada. Su círculo cercano respeta escrupulosamente su decisión, aunque alguna cosa se ha deslizado. A pesar del misterio, algunas noticias acaban haciéndose públicas, como

el fallecimiento de Massimo Stecchini, su última pareja.

«Todas hemos coqueteado de jóvenes, menos mi pobre hermana, que si miraba a un chico, ya era una noticia». La constatación de la difícil vida expuesta de Marisol es de Vicky, su hermana.

Participó en ‘Lazos de sangre’, el programa de Televisión Española que homenajea a las grandes figuras de la crónica social nacional. Gracias a ella constatamos lo lógico: a la joven Pepa Flores, estrella desde la niñez,

le debió costar bastante ligar.

Marisol se enamoró de un ‘hermano postizo’

La persecución de la prensa explica que su primer novio saliera de un lugar incómodo: su propia casa. Marisol dejó su Málaga natal a los 12 años para vivir en Madrid en casa de

Manuel Goyanes, su descubridor y quien produjo sus primeras y exitosas películas. Goyanes tenía seis hijos y

fue Carlos el que pasó de ‘hermano postizo’ a novio secreto a los 15 y primer marido, a los 22. Estuvieron juntos tres años.

«Cuando todo estuvo secreto, era como una formidable aventura en la que confundíamos los sentimientos. Cuando nos vimos en libertad de salir, de entrar, de vivir una auténtica vida de novios,

el amor se enfrió», explicó Pepa Flores en ‘Lecturas’, sin mencionar su desacuerdo por la manera en que Carlos pretendía llevar su carrera (ya ejercía como su manager), dos abortos y

ciertos problemas con las drogas que trascendieron poco después.

Marisol era una niña cuando se trasladó a vivir a Madrid, en casa de su descubridor Manuel Goyanes. Allí conoció a su hijo Carlos, con el que se casaría a los 22 años. /

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Años después, Pepa Flores reconoció que Carlos Goyanes era lo único que recordaba con cariño de su etapa como Marisol. Ya estaba enamorada de nuevo, de un hombre absolutamente distinto. Único, diríamos.

Antonio Gades, el bailarín de flamenco más famoso de su época, impuso su arrolladora personalidad y se llevó a la bella Pepa, ya decidida a dejar las pantallas. Fueron pareja de portada gracias a un romance que, en el efervescente verano de 1973,

hacía saltar chispas de pasión.

Con una agenda laboral mucho menos acelerada,

Marisol pudo cumplir su deseo de ser madre y vinieron al mundo tres hijas. La primera, María, llegó un año antes del fallecimiento del dictador Franco. Como aún no habían celebrado boda, Marisol tuvo que dar a luz en Argentina para que

no la acusaran de adulterio. El enlace llegó en 1982, en Cuba. El dictador Fidel Castro fue el padrino de un matrimonio de estrellas que, además, fueron abanderadas del comunismo.

Gades tuvo celos de la enorme fama de Pepa Flores

Durante su relación con Gades, Pepa Flores se hizo de rogar por el cine y la televisión: solo rodó cuatro películas. Fue en parte por la maternidad y en parte por tener controlado a Gades, que no tenía un concepto elevado de la fidelidad conyugal. Además, se mostraba

celoso por la fama y el cariño que seguía despertando el recuerdo de Marisol entre el público. Ella le eclipsaba.

Los celos y las infidelidades terminaron en 1986 con el segundo matrimonio de Pepa Flores. Antes, la actriz aceptó grabar la serie ‘Proceso a Mariana Pineda’ (1984) para

sufragar la compañía de baile con la que soñaba Antonio Gades. Obviamente, este jamás tuvo nada que echarle en cara a la actriz, al menos en público. «Hemos sido amigos toda la vida y vamos a seguir siéndolo, enemigos jamás», dijo tras sus separación.

Pepa Flores y Antonio Gades se conocieron en 1973 y se mudaron a Alicante, donde establecieron su domicilio familiar. /

gtres

Tras rodar su última película, ‘Caso cerrado’ (1985), Pepa Flores se retiró del mundanal ruido en Málaga. A los 38 años, desapareció del cine, de la televisión y de las portadas. Se detuvo su carrera artística, pero no la sentimental. En su barrio, La malagueta, conoció a

un italiano 11 años menor que se convertiría en su pareja más duradera, su gran amor. Han estado juntos tres décadas.

Máximo Stecchini era el encargado de la pizzería malagueña Trastevere, cuando, en 1988, acudió al local como clienta la que había sido niña prodigio del cine español. Gracias a su apoyo, Marisol pudo dejar definitivamente el espectáculo para lograr el que fue su sueño adulto: llevar

la vida de la gente corriente. «Lo único que quiero es ser una persona normal», le dijo al cineasta Luis Alegre.

«Salir de este mundo fue muy duro», reconoció Pepa Flores una de las escasas veces que contestó a las preguntas de la prensa, en los años 90. «Tener cerca a Máximo, amigo, compañero y la alegría de tres buenas hijas y una madre, que nunca se despegó de mi lado ha sido vital». Su fallecimiento, tan joven y debido a un infarto, ha debido ser un duro golpe para Flores. Stecchini la llamaba «mi Pepita». Un nombre

mucho más tierno que Marisol.

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