LOS POETAS DE EL COLEGIO NACIONAL HAN CONTRIBUIDO A FORTALECER “LA CONCIENCIA DE LA NACIÓN”: VICENTE QUIRARTE – El Colegio Nacional

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      • Con la conferencia “El Colegio Nacional y la Poesía”, parte del VIII Encuentro Libertad por el Saber, concluyó una semana “rica y plena de presentaciones”, a decir de José Sarukhán, presidente en turno de la institución.
      • Impartida por el colegiado Vicente Quirarte, y leída por el también poeta Hernán Bravo Varela, la conferencia se centró en cinco poetas miembros de El Colegio Nacional: Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño y José Emilio Pacheco.
      • Reyes es fundador de El Colegio Nacional; Torres Bodet es protagonista de cambios decisivos del México moderno; Paz nos dio el Nobel; Bonifaz Nuño fundó la Biblioteca de Autores Grecolatinos y el Instituto de Investigaciones Filológicas; y José Emilio Pacheco es la conciencia crítica y el profeta de nuestro tiempo: Quirarte.

El poeta Vicente Quirarte cerró el VIII Encuentro Libertad por el Saber, El Colegio Nacional: 80 años en la construcción del México moderno, con una conferencia dedicada a cinco poetas miembros de la institución que a su juicio han “fortalecido la conciencia de la Nación”: Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño y José Emilio Pacheco.

“El primero es fundador de El Colegio Nacional. Jaime Torres Bodet es protagonista de cambios decisivos del México moderno. Octavio Paz, nuestro Premio Nobel de Literatura, es uno de los actores esenciales de nuestro transcurrir; lo mismo sucede con Rubén Bonifaz Nuño, fundador de la Biblioteca de Autores Grecolatinos y del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Por su parte, José Emilio Pacheco es la conciencia crítica y el profeta mayor de nuestro tiempo de canallas”, comentó el autor de Razones del samurai.

Con respecto a la obra poética de Enrique González Martínez, Fernando del Paso, Jaime García Terrés, Gabriel Zaid y Ramón Xirau, Quirarte se comprometió a estudiarla a profundidad y dedicar a ellos sus próximas sesiones en El Colegio Nacional, bajo el título “Cinco poetas mexicanos”.

 

El roble sereno

El primero en ser abordado por Vicente Quirarte en su texto, —leído por el también poeta Hernán Bravo Varlea— fue Alfonso Reyes, quien “hizo de la universalidad la nueva manera de ser mexicanos”. Sin embargo, además de dedicarse a la tarea de descifrar las mejores realidades del mundo y reintegrarlas a nosotros, en una de las más flexibles y robustas prosas castellanas, escribió una obra poética que ocupa cerca de 500 páginas de sus Obras completas.

“El lector que enfrenta la obra completa de Reyes no puede dejar de preguntarse por qué en lugar de una suma poética no seleccionó los textos que, agrupados en un breve volumen, le hubieran dado un sitio imborrable en la historia de la poesía mexicana, porque examinada en conjunto, la poesía de Reyes se presenta como una biografía lírica, una constancia de los hallazgos que logra en otros géneros, un testimonio de las iluminaciones que los amigos, hermanos por elección, van dando a su vida”, comentó.

De ahí que resulte imposible aislar los poemas unos de otros, convencernos que tal o cual texto es una construcción autónoma, porque “con una serenidad nacida del valiente convencimiento y no de la prudencia generosa”, Reyes se interesó con su obra poética en dar constancia del Yo tangible: “creyó en una poesía de circunstancia, confiado que la forma salvaría de la erosión del tiempo a la realidad cantada”.

Si bien es imposible quedarse con toda la poesía de Reyes, tampoco es posible comprender su universo poético, su desarrollo lírico, sin una lectura íntegra de constancia poética —consideró Quirarte— y contra la pureza a ultranza que condenó la intromisión del Yo y de lo anecdótico, “Reyes cometió con la mayor parte de su poesía lo que puede considerarse un pecado y una virtud: pecado, porque al pensar en los otros limita el campo de acción del poema. Virtud, porque extendió a la poesía la generosidad de su pensamiento”.

“Reyes es el roble sereno, en apariencia ajeno al movimiento, pero a salvo de la hierba mala, lejos de las preocupaciones de los destellos súbitos, echando su raíz poderosa a la tierra que sigue fecundando. Aprendamos a gozar su sombra”.

Por el otro lado, “Jaime Torres Bodet es, al mismo tiempo, el más secreto y el más público de los contemporáneos —destacó el colegiado en voz de Bravo Varela—, aun cuando ningún otro dedicó tanto tiempo y páginas a sus memorias; ninguno alcanzó una posición política tan alta”.

En ese aspecto, entre sus compañeros de grupo, Torres Bodet fue el más próximo al poder, el que ejerció desde las más altas posiciones nacionales e internacionales, pues mientras Salvador Novo fue amigo, aliado o temible verdugo de los poderosos, “Torres Bodet se descubrió capaz de construir y edificar, de trabajar para los otros”.

“Grabadas a fuego, cada una de sus páginas es un ejemplo del modelo que el autor quiso ser. En los retratos que trazó de los escritores a los cuales admiraba es posible rastrear su personalidad. Se impuso dos deberes: la literatura y el servicio público; a ambos se mantuvo fiel y supo establecer una frontera precisa, aunque para varios de sus críticos mantuviera una posición cercana a la estatua”.

Octavio Paz, el hombre de antenas sensibles

Octavio Paz fue testigo y actor de los cambios fundamentales de la sensibilidad poética de nuestro tiempo, “desde la lección técnica de la generación del 27 en España, hasta la interrelación con otras artes, los signos en rotación y la exploración del lenguaje”, estimó Quirarte.

“Es esta renovación constante la que convierte a Paz no en uno, sino en varios escritores. En los versos de juventud Octavio Paz ya era él. Además de su dominio formal, ya tenía clara idea de la reconciliación de los contrarios a través del amor: comunión con los otros, pero fundamentalmente con la otra, la mujer necesaria para la integración del hombre”.

Para Vicente Quirarte, el trabajo de Octavio Paz como traductor y pensador de la poesía es imprescindible para todo el que intente enfrentar el lenguaje. Se trata de un creador que mantuvo la idea de que la poesía es la alternativa entre la religión y la revolución: “la poesía es la otra voz que instaura un espacio donde el hombre es más libre”.

“Si la generación de Contemporáneos estuvo integrada por grandes poetas-ensayistas, Paz retoma esa tradición y la diversifica: un hombre de antenas lo suficientemente sensibles para captar el pensamiento colectivo, lo cual es palpable cuando Paz se lee en otros escritores. Sea en los primeros poemas o en exploraciones posteriores, la escritura de Paz es una permanente lección para las generaciones en vía de formación”.

La relectura para escribir el texto presentado en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, le hizo sentir a Vicente Quirarte con el derecho de afirmar que Octavio Paz debe reconocerse fácilmente en el muchacho que fue: “su permanencia demuestra que la disyunción águila o sol es, en realidad, una conjunción. Todo rostro es bifronte y la lira no existe sin el arco”.

Al referirse a uno de sus maestros, como lo fue Rubén Bonifaz Nuño, Vicente Quirarte lo evocó como el dueño de una vasta y envidiable cultura humanista, lo que le sirvió para dar alas a su poesía y no para lastrarla, al grado de que “de las múltiples y bien correspondidas tareas desarrolladas por Bonifaz, la poesía fue, en sus palabras, la más libre de sus ocupaciones”.

“Clásico y popular, fue el poeta que cantó los trabajos del vencido, pero también el amor a la mujer en algunos de sus más altos poemas, en libros que adquirían cada vez mayor complejidad. Muy clásico y muy mexicano, Bonifaz habló con la dientona, la flaca, la huesuda, la pelona y lo hizo con sentido del humor, con irreverencia, casi con amor. En la plenitud de sus años, Bonifaz la provocó y le hizo burla, sin embargo, en esta juventud, en esta frescura verbal que sólo se logra con el paso de los años, con el oficio, el poeta es fiel a la esencia que lo llevó a enfrentarse con el mundo”.

“La exigencia que Bonifaz Nuño se impuso desde sus años mozos hace que la figura del héroe anime cada una de sus palabras, pero los esplendores y fastos de su héroe no nacen de acciones inmediatamente reconocidas y aclamadas por los otros y, como afirmó alguna vez, la condición heroica consiste en vestir los arreos del príncipe en las peores circunstancias y, lo más importante, comportarse como un héroe, aunque nadie esté allí para dar testimonio de nuestras hazañas”.

Las lecciones morales de José Emilio

De acuerdo con Vicente Quirarte, José Emilio Pacheco nos convocaba a viajes siempre extraordinarios, con una voz sin pretensiones de autoridad, una erudición jamás ofensiva, una sensibilidad comunitaria, abarcadora: “juez implacable de sí mismo, su alma niña era tan auténtica como su inteligencia privilegiada; su inocencia tan poderosa como su experiencia”.

“Su inseguridad terminaba por convencernos de ser verdadera y formativa, ejemplar y loable; por esa exigencia lo recordamos, queremos y guardamos”.

Señaló que su lenguaje fue haciéndose más abstracto y, paradójicamente, más concreto conforme se borraba la primera persona y ese yo se transformaba en voz colectiva, al grado de que “pocas de nuestras criaturas de palabra han ganado tan justamente su nombre de pila y que con él sintamos su proximidad, su calor y su sabiduría”.

“Más que el monograma que forjó como homenaje supremo al anonimato, decir José Emilio es sinónimo de la confianza nacida de la posesión de una obra que hacemos orgullosamente nuestra, una segunda piel que nos brinda el alma. Esas cuatro sílabas contienen a un ser humano en que nos conjugamos todos, de ahí su poder de convocatoria, su legión de lectores, cada día más jóvenes, que en él descubre su propia avidez, su sed de plenitud y su rebelión ante la cotidiana injusticia de un mundo en que todo parece mal armado, mal repartido, mal nacido”.

Para concluir la evocación del poeta, Vicente Quirarte, en voz de Hernán Bravo Varela, pidió acercarnos a un poema como “Nubes”, al que definió como “una oración laica que podemos repetir todos los días como testimonio de admiración al poeta que hace nuestro el esplendor de las ocupantes del cielo, riqueza de la que nadie puede despojarnos”.

“Leamos este poema y llevémoslo en la memoria como agradecimiento a la plenitud que José Emilio nos da con sus letras, y la lección moral de su existencia, consagrada al cultivo de la verdad y la belleza como único modo de vencer a las tinieblas”.

De esta manera, con la poesía, concluyó el VIII Encuentro Libertad por el Saber, El Colegio Nacional: 80 años en la construcción del México moderno. Todas las conferencias y mesas redondas se encuentran disponibles en el Canal de YouTube de la institución.

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