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“Estoy más nerviosa que cuando fui a parir o cuando me fui a casar”, confiesa María Pombo (Madrid, 29 años). Ese nerviosismo no lo transmiten ni su maquillaje intacto ni su perfecto peinado casual, pero sí la velocidad a la que habla. “Si las críticas van solo a mí, yo ya estoy acostumbrada, pero de repente que critiquen a mi padre o a mi abuela… Ahí sí que me puede doler”, reconoce la influencer y empresaria. El próximo miércoles 29 de noviembre llega a Prime Video Pombo, la serie documental de cuatro capítulos que refleja no solo el día a día de María, sino el de toda su familia. “Al principio, el proyecto estaba pensado para hacerlo yo sola, pero les dije que teníamos que contar una historia conjunta porque si no, no tiene sentido, porque mi vida es mi familia, literal. Y luego ya el trabajo”, asegura. Una familia “aparentemente muy normal” y dependiente, según la define ella misma en el primer episodio. “No hay conversaciones muy profundas en mi familia, con lo cual, es una vida simple, pero feliz”, dice en otro momento del capítulo su padre, Víctor Pombo, entre risas.
La vida que María comparte en sus redes sociales desde hace una década parece muy feliz, pero nada simple. Más de tres millones de seguidores en Instagram ―es la tercera influencer española más seguida en esta red social, después de la imbatible Georgina Rodríguez (53,3 millones) y Dulceida (3,4 millones)― y más de 550s.000 en TikTok son testigos a diario de cada evento, cada fiesta, cada viaje y cada celebración a los que acude. “Siento que a mis 29 años estoy viviendo 10 vidas en una”, comenta orgullosa en la conversación con EL PAÍS. Ha compartido con ellos los detalles de su boda con el empresario Pablo Castellano ―la revista ¡Hola! la retransmitió en directo―, y los del nacimiento de sus hijos, Martín, de dos años, y Vega, de cinco meses, además de un sinfín de momentos cotidianos. Tampoco esconde las malas noticias: en 2020, tres días después de anunciar su primer embarazo, reveló a su público que padece esclerosis múltiple, una enfermedad que también sufre su madre. Ahora compagina sus funciones como madre y como creadora de contenido con su faceta de empresaria: ha fundado dos firmas de moda, Name the Brand y Tipi Tent, y tiene su propio festival de música, SuaveFest. “Soy consciente de que mis empresas no funcionarían sin la María Pombo influencer. Ojalá algún día lo hagan, pero necesito la mitad de las dos cosas. Siempre he tenido mentalidad de empresaria y me motiva mucho, no sé si me motivaría 100% ser solo influencer”, explica.
La exposición pública a la que está acostumbrada desde los 19 años ―cuando tuvo una relación con el futbolista Álvaro Morata―, y a la que se han sumado su marido, que cuenta ya con 508.000 seguidores en Instagram, y sus hermanas Lucía (464.000) y Marta (776.000) Pombo, que también responden a la etiqueta de influencers, tiene sus ventajas. Por ejemplo, que por cada foto que María sube a Instagram cobra entre 3.500 y 5.700 euros, según un estudio de Influencer Marketing Hub de 2022, cuando tenía menos followers que ahora. Pero también le ha reportado disgustos, críticas e insultos. Uno de los momentos que más ampollas levantó, y que ahora se toma con humor, fue cuando en 2019 el himno de España sonó a todo volumen en su boda poco antes del “sí, quiero” o cuando protagonizó un encuentro con el expresidente Mariano Rajoy en Ibiza. “Para los muy fachas, soy roja, y para los muy rojos, soy facha”, se defendió en 2022 en La Resistencia.
Ahora que es madre de dos hijos ―y quiere un tercero―, a los que también ha decidido mostrar en sus redes sociales “de una forma natural”, sabiendo “lo que exponer y lo que no”, sigue teniendo claro que es un trabajo que compensa. “Cada mañana me siento la más afortunada del mundo, aunque surja la mayor polémica”, confirma. La maternidad también ha influido en que se tome el odio de los usuarios de otra manera: “Ahora que tengo hijos y familia que cuidar, es responsabilidad mía el estar bien y que no me afecte, no me puedo tomar un día libre de llorar en la cama y ya. Afecta, pero te acabas acostumbrando y entiendes que es una consecuencia de tu trabajo. Estos días [una semana antes del estreno de la docuserie] me he encontrado con una ansiedad que casi no podía ni hablar a Martín. Tienes que ver hasta qué límite te puede afectar y es importante tener una base de amor alrededor que te diga: ‘Oye, hasta aquí”.
Gran parte de esa base de amor la forman sus padres, hermanas y cuñados, con los que se acaba de reunir en la misma sala en la que se está llevando a cabo la entrevista para preparar la presentación de la serie en la que todos son protagonistas. “Gracias a mi familia, yo estoy donde estoy, primero porque han confiado en mí y segundo porque me han hecho mantener los pies en la tierra”, afirma. Otro pilar fundamental es Pablo, su marido, que de vez en cuando le hace gestos al otro lado del cristal, impaciente porque acabe la conversación para irse juntos a comer. “Desde muy al principio de la relación ya decía que no era idílica, que los dos tenemos mucho carácter, que nos peleamos, pero por mucho que quiera ser real en redes, no puedes parar una discusión para ponerte a grabarla. En el documental, por el ambiente que se crea, sí que surgen muchos momentos que en redes no se han visto”, anticipa María. En el primer capítulo, el matrimonio aparece sentado en un sofá y ella explica a cámara que se enfadan 15 veces al día. Ahora se ríe al recordarlo. “Nunca, jamás, nos hemos enfado por nada grave ni que haya hecho la relación como, ‘uy’. Siempre son microenfados que se acaban en un minuto”, aclara.
La menor de las hermanas Pombo empezó a influir en la gente cuando ni siquiera existía la palabra ni la profesión de influencer, y aunque cada vez hay más jóvenes que intentan imitar sus pasos, ella no deja de crecer en seguidores. “Por mucho que haya dejado de enseñar tanto mi vida, no he perdido mi naturalidad, sigo siendo la María Pombo de hace unos años. He madurado, pero no he cambiado y mis valores siguen siendo los mismos, están intactos. Creo que eso no es tan común y a la gente le llama la atención”, lo justifica ella. Con la edad, también ha aprendido a callarse comentarios que, quizás, la María Pombo de hace unos años no se callaría: “No me arrepiento de haber sido como he sido porque me ha llevado hasta aquí, pero sí que lo he pasado mal y hay veces que me muerdo la lengua. Encima ahora, que todo ofende, hablar ya es un deporte de riesgo”.
Si quisiera, la madrileña podría permitirse muchos años sabáticos. “Somos padres muy, muy afortunados, pero no quiero decir: ‘Oye, como puedo, voy a darme un descansito’. Pues no, voy a aprovechar todo lo que pueda, aprender todo lo que pueda y seguir al pie de cañón hasta que me lo permita la vida”, garantiza. Así que su agenda sigue llena de eventos, presentaciones, viajes, campañas, fiestas… pero precisa que eso no implica que descuide el ámbito familiar. “Lo malo de mi trabajo es que no paramos y lo bueno es que tenemos horarios muy distintos. Yo siempre llevo a mi hijo al colegio, lo recojo, lo baño por las noches. Hace poco leí que no hay que contar las horas que estás con tus hijos, sino los momentos de calidad, que es lo realmente importante, y yo tengo muchos”, sostiene. Más de tres millones de seguidores, y subiendo, están ahí para comprobarlo cada día.
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