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Te regalamos poemas para que dediques en el Día Internacional de la Mujer, fecha especial para honrar y celebrar el papel fundamental que las mujeres en el mundo.
Poemas para dedica en el Día Internacional de la Mujer | Foto: Composición de Wapa
El Día de la Mujer es una ocasión especial para honrar y celebrar el papel fundamental que las mujeres en nuestras vidas. Una forma conmovedora de expresar gratitud y admiración es a través de poemas especialmente dedicados a ellas. Estos versos no solo transmiten amor y aprecio, sino, reconocen la fuerza y la sabiduría únicas que las mujeres aportan al mundo.
Desde versos románticos hasta reflexiones inspiradoras, estos 20 poemas para el Día de la Mujer para dedicar abarcan una amplia gama de emociones y sentimientos. Ya sea que estés buscando expresar tu amor por tu madre, esposa, hija o amiga, dedicar un poema significativo puede ser una forma conmovedora de mostrar tu afecto y reconocimiento hacia ellas en esta fecha tan especial.
¿Qué poema dedicar en el Día de la Mujer?
Si piensas enviar poemas por el Día de la Mujer vía WhatsApp o Facebook, aquí te regalamos los versos más bonitos y reflexivos para que los dediques a tus personas más queridas.
“Mujer, flor eterna“
Mujer, flor eterna en el jardín del tiempo, bella y fuerte, de infinito poder,
con tu sonrisa, iluminas, senderos, con tu coraje, haces al mundo vencer.
Eres la esencia de la vida misma, la fuerza que mueve montañas y mares,
tu corazón late con pasión infinita, y en tu ser, mil historias se enlazan.
Con gracia y dignidad, enfrentas los vientos, y en la tormenta, tu luz sigue brillando,
eres poesía en cada movimiento, y en tu mirada, el universo admirando.
En este día, te rindo homenaje, a ti, mujer, símbolo de amor y lucha,
con gratitud y respeto, en este viaje, celebramos tu grandeza, ¡oh, musa!
Que tu voz sea escuchada, tus sueños realizados, que nunca te falte valor ni esperanza,
en tu ser, el universo ha depositado, la magia que hace del mundo una danza.
Mujer, en ti reside el poder infinito, eres la musa, la guerrera, la madre,
hoy y siempre, te celebramos con gritos, porque eres la luz que al mundo encandela.
“A una mujer”, Julio Cortazar
No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
—pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.
Solo dura el efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.
¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.
“A la mujer” de José Martí
Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo una rosa blanca.
“No te rindas” de Mario Benedetti
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,
No te rindas por favor, no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
“Y Dios me hizo mujer” de Gioconda Belli
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
Pablo Neruda: “Mujer”
Antes del hombre, la mujer, la madre,
durante el hombre, la mujer, la esposa,
después del hombre, la mujer, la sombra.
Sombra del hombre, claridad del hombre,
trabajadora dura en tus trabajos,
amorosa, estrellada como el cielo
en el ciclo tenaz de la ternura,
mujer valiente de las profesiones,
obrera de las fábricas crueles,
doctora luminosa junto a un niño,
lavandera de las ropas ajenas,
escritora que ciñes
una pequeña pluma como espada,
mujer del muerto que cayó en la mina
sepultado por el carbón sangriento,
solitaria mujer del navegante,
compañera del preso y del soldado,
mujer dulce que riega sus rosales,
mujer sagrada que de la miseria
multiplica su pan con llanto y lucha,
mujer,
título de oro y nombre de la tierra,
flor palpitante de la primavera
y levadura santa de la vida,
ha llegado la hora de la aurora,
la hora de los pétalos del pan,
la hora de la luz organizada,
la hora de todas las mujeres juntas
defendiendo la paz, la tierra, el hijo.
Amor, dolor y lucha se congregan
en vuestros reunidos corazones
y mi palabra es esta:
la tierra es grande y sufre:
está dando a luz el futuro:
ayudemos al nacimiento
de la igualdad y la alegría.
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