[ad_1]
Este artículo se publicó originalmente en el número de enero 2023 de Vogue España.
El día 19 de enero es aquel en el que más gente abandona sus propósitos de Año Nuevo. Según un estudio de la plataforma deportiva Strava, en el conocido como Quitter’s Day (que podría traducirse como día de los rajados), un alto porcentaje de personas –se estima que es alrededor de un 80%– se olvida de promesas, grandes o pequeñas, que pueden ir desde el clásico dejar de fumar hasta empezar a comer sano o leer un libro a la semana. ¿El motivo por el que la mayoría no llegan a buen puerto? Hay varios errores que se podrían señalar, pero uno de los esenciales es apuntar demasiado alto. “Siempre es mejor ponernos pequeños objetivos, ajustados y realistas, a lo largo del año”, afirma Laura Palomares, directora y psicóloga de Avance Psicólogos. En efecto, los especialistas suelen coincidir en que la mejor rutina es aquella que eres capaz de cumplir, y eso se puede aplicar del mismo modo a las metas del nuevo año: de nada sirve anotarlas en un papel si resultan abrumadoras o se van a olvidar en tiempo récord.
“Ante todo es importante que sean realistas, no demasiado exigentes y, en lo posible, alcanzables al menos a medio plazo. Con los objetivos a largo plazo, un buen truco es dividirlos en diferentes fases u objetivos, esto nos ayudará a mantener la motivación y no ver la meta tan lejos”, dice Palomares. Coincide con esta idea Isabel Aranda, líder del equipo de contenido clínico de TherapyChat y psicóloga sanitaria, quien comenta que “los pequeños pasos, aunque inicialmente sean poco apreciables, son valiosos si hay continuidad en dirección a nuestras metas. Fragmentar los objetivos grandes en pequeños e ir recibiendo feedback de nuestro avance es una poderosa fuente de motivación que nos lleva a conseguir los grandes planes”. Pero tampoco hay que irse al extremo contrario, pues tal como señala la psicóloga, sería un error “fijar aspiraciones demasiado sencillas o poco motivantes, ya que al lograrlas fácilmente, se pierde interés muy rápido. El ser humano necesita cierta tensión y dificultad en sus retos para valorarlos convenientemente”. Respecto a qué propósitos plantearse, estos vendrán dados por las necesidades de cada persona, pero el consejo de Aranda es fijarlos con la mayor precisión posible, pues cuando son demasiado generales “nos cuesta identificarlos claramente; por ejemplo, decirnos ‘quiero estar en forma’, que puede resultar poco concreto, en lugar de decir ‘quiero ir al gimnasio después de la jornada de trabajo tres veces a la semana’. De este modo, también se establecen rutinas que poco a poco ayudarán a convertir ese desafío en un hábito atemporal.
En fitness, en la alimentación o incluso en el ámbito de la cosmética se pueden implementar (pequeños) nuevos gestos para mejorar nuestro estilo de vida. Desde incorporar un nutricosmético por las mañanas para mejorar la salud (del cabello, de la piel, del intestino…) hasta empezar a utilizar fotoprotector solar a diario, pasando por buscar alternativas sostenibles que sustituyan objetos de uso cotidiano más contaminantes, hay multitud de maneras de realizar cambios (casi) insignificantes que a la larga pueden marcar una diferencia. En este sentido, un punto en el que incide especialmente Laura Palomares es en lo esencial que resulta que al establecer esas promesas, “no solo quepan las vinculadas con las obligaciones, sino también con el disfrute, el autocuidado y las enlazadas con nuestra relación con los demás, como pasar más tiempo con amigos, familia, etc.”. Del mismo modo, la psicóloga hace hincapié en que en ningún caso estos proyectos o aspiraciones se deben convertir en una fuente de malestar o estrés, incluso si se incumplen en algún momento. Por el contrario, la especialista recomienda “valorar lo positivo de emprender el nuevo propósito como aprendizaje y pensar en lo que nos va a aportar. Si lo enfocamos como un castigo o desde la queja, sufriremos y, además, será más probable que lo dejemos a medias”. Obligarse a una misma a hacer algo que realmente no se quiere nunca es el camino a seguir.
Pero sobre todo es importante recordar que el hecho de que ‘fallar’ o no cumplir en un momento puntual con el propósito no significa que haya que abandonarlo. Como recuerda Isabel Aranda, con esta mentalidad “lograremos continuar con nuestro proceso cuando hagamos que el objetivo se convierta en un hábito, aun cuando la motivación sea menor o incluso desaparezca. Deben ser hábitos que se consoliden en nuestro estilo de vida y conforme a nuestros valores”.
Propósitos cosméticos en clave realista
1. Con los beneficios que aporta al bienestar (por dentro y por fuera), es hora de iniciarse en la nutricosmética.
2. Para quienes todavía no han aprendido la lección, utilizar fotoprotección a diario es esencial. Una hidratante que incluya filtros solares facilita la tarea.
3. Ha llegado el momento de que el cuerpo deje de ser el gran olvidado. Incorporar una crema o aceite corporal en la rutina no es negociable.
4. Además de la melena, el tratamiento del cuero cabelludo debería ser una prioridad para tener
siempre un pelo bonito.
5. Irse a la cama sin desmaquillar no es una opción. Los aceites y bálsamos hacen la tarea todavía más sencilla.
6. Nunca es pronto (ni tarde) para empezar a prevenir los signos del envejecimiento con una crema reafirmante.
7. Realizar el cambio a los perfumes recargables es un propósito realista para añadir sostenibilidad a toda rutina.
[ad_2]
Source link