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Contra todo pronóstico, el
Baile de la Rosa volvió más glamouroso y espectacular que nunca tras la pandemia, en una edición orquestada por Christian Louboutin fascinante y rosa.
Charlène de Mónaco no asistió, cosa que le multiplicó la atención viral hacia una fiesta que ya es
seña de identidad de los Grimaldi. Y eso que lo inventó una americana recién llegada al Principado, Grace Kelly, con su sexto sentido práctico ‘made in Hollywood’.
Este fiestón que reúne a los
‘royals’ de Mónaco, estrellas del espectáculo y dioses de la moda supone una de las pocas ocasiones que tenemos para contemplar a las
princesas Grimaldi a máximo potencial de estilo. Están permitidos tules, lentejuelas, encajes, joyas, plumas y purpurinas, incluso para la sempiterna ‘chanelizada’ y escuetamente adornada
Carolina de Mónaco. No tiene pérdida: esta es la gran alfombra roja de los Grimaldi y sus (riquísimos) amigos.
Es innegable: los Grimaldi se han enfrentado a tantas tensiones, enfrentamientos, escándalos y divorcios que su presencia (casi) unánime en el
Baile de la Rosa resulta sorprendente. Decimos casi, porque Estefanía hace años que no concurre, por una discusión con su hermana. ¿Tan importante es el Baile de la Rosa, en principio una
fiesta patrocinada más, para
Alberto, Carolina y sus hijos? Sí aunque, evidentemente, el Baile de la Rosa no es solo una fiesta para famosos.
La idea de lanzar un gran baile anual que contara con la flor y nada de la aristocracia monegasca fue de
Grace Kelly, quien decidió que la cita contara con unas gotas de showbusiness: asistieron, cada año, las más grandes estrellas de Hollywood. No fue el único gran evento que la princesa de Mónaco orquestó durante sus primeros años en el trono. Dicen que tenía nostalgia de la interpretación y las artes escénicas, pero la realidad es otra.
El despliegue de lujo y glamour que, de repente, cubrió Mónaco de estrellas no fue más que una maniobra del príncipe Rainiero Grimaldi, Aristóteles Onassis y otros inversores para convertir al país, prácticamente
en quiebra, en el destino favorito de las grandes fortunas internacionales. La jugada salió a la perfección, y diez años después de su primera edición a cuenta del Principado y sus amigos, ya pudo reconvertirse en un baile benéfico.
Por qué los Grimaldi de Mónaco celebran fiestas para la aristocracia y la élite global y otras familias reales, no
Este origen publicitario explica que otras familias reales, la española o la británica, no celebren este tipo de fiestas, aunque en siglos pasados sí daban fiestas para su corte que debían reflejar el esplendor de la Corona. Con la modernización de las monarquías a lo largo del siglo XIX, la ostentación pública de lujo por parte de los monarcas procuró evitarse. De hecho, lo más cerca que
Felipe y Letizia han estado de asistir a una fiesta royal han sido los banquetes de boda de Kate Middleton, Nicolás de Grecia o Victoria de Suecia.
El primer Baile de la Rosa fue diseñado prácticamente en su integridad por Hery Astric, director artístico de la Sociedad de Baños de Mar (SBM), el holding que heredó Rainiero de Mónaco para relanzar Mónaco como
capital del lujo y las grandes finanzas. Hoy es propietaria del Casino de Montecarlo, la Ópera y el Hotel París, entre otras propiedades. Astric tuvo la idea de dedicar el baila al vals, un gesto retro en un momento en que triunfaba el mambo y la samba.
Acertó, claro, porque ir contra la moda suele apetecer a quien aspira a distinguirse. Además, Astric subrayó el espíritu nostálgico de la velada basando la decoración en la rosa, la
flor favorita de la princesa Grace, y apostó por una ambientación musical a cargo de 100 violines. En 1957 incorporó un espectáculo: una prestigiosa compañía de ballet.
Por qué Carolina de Mónaco y sus hijos monopolizan la A-list del Baile de la Rosa
Desde 1964, el Baile de la Rosa recauda fondos para la Fundación Princesa Grace y todo lo que obtiene se dedica a la ayuda infantil. Es una manera de honrar la memoria de la añorada estrella, aunque sean solo los Casiraghi Grimaldi y los Hannover Grimaldi los que continúen la tradición. La rama familiar iniciada por Carolina detenta, pongámoslo así, la
prerrogativa del glamour que exige esta cita. En su última edición se utilizaron 14.000 rosas, 900 sillas Napoleón doradas, 400 candelabros y 1.700 metros de mantelería.
Todo el montaje festivo que cada año adorna el Sala de las Estrellas del Sporting Club de Montecarlo corre a cargo del presupuesto Grimaldi, ya sea a través de la Sociedad de Baños de Mar o de la Fundación Princesa Grace. Además con la colaboración desinteresada de
marcas del lujo de cabecera para nutrir la subasta benéfica que se celebra durante la cena. Hablamos de Louis Vuitton, Chanel, Dior, compañías de vuelos privados, hoteles de lujo…
El grueso de la recaudación que se obtiene con el Baile de la Rosa viene a través de las entradas, que oscilan entre los
800 y 1.000 euros por persona. El ticket incluye una cena de gala a cargo de un chef galardonado con estrella Michelin, un espectáculo temático de casi dos horas y alojamiento en el Hotel de París, uno de los más lujosos de Montecarlo. Durante el Baile de la Rosa solo se bebe champán rosado Perrier-Jouët, el favorito de la princesa Grace.
Es complicado averiguar exactamente cuánto dinero se recauda cada año gracias al Baile de la Rosa, aunque sí sabemos que esta gala supone el recurso esencial de
financiación de la Fundación Princesa Grace. Así lo sostuvo la misma fundación en 2017, cuando hizo públicos sus datos económicos. Aquel año recaudó 442.249 euros, gran parte de ellos gracias al Baile de la Rosa. Además, obtuvo donaciones que ascendieron a 202.449 euros.
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